Por Clemente Álvarez: @clementealvarez, enviado especial a París
El café de Mireille Vijil es suave, dulce, sabor achocolatado. Es ideal para tomarlo expreso y sin azúcar, como les gusta a los más cafeteros. El grano de esta nicaragüense tiene también otra particularidad: en no mucho tiempo será difícil que se pueda seguir cultivando como ahora por culpa del cambio climático. Un estudio de 2015 del Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT) estima que para 2050 en América Central la altitud donde pueda crecer la planta de la variedad Arabica (Coffea arabica) cambiará de 400-2,000 metros (1,312-6,561 pies) a nivel del mar a 800-2,500 metros (2,625-8,202 pies). Como otros cultivos y especies vegetales, habrá que sembrarlos más arriba para que puedan aguantar el aumento de las temperaturas. Sin embargo, los cafetales de esta nicaragüense están en las sierras de Managua, en una zona boscosa a 600-900 metros (1.968-2.952 pies). Y no queda montaña donde seguir subiendo.
Hoy lunes, cuando comienza el tramo decisivo de la Cumbre del Clima de París (COP21), en una de las actividades paralelas en la ciudad francesa se ha hablado de café. Esta bebida puede convertirse en un símbolo de lo que está ocurriendo con el cambio climático. Por un lado, se trata de un producto muy arraigado en la cultura de América y de todo el mundo, por lo que resulta un buen ejemplo para explicar qué puede ocurrir con los demás productos agrícolas y alimentos alrededor del globo. Por otro, el cafetero es un sector que puede sufrir de forma especial las consecuencias del calentamiento global. Pues se trata de un cultivo muy sensible a la temperatura del que dependen directamente cerca de 25 millones de agricultores en todo el mundo, muchos de ellos en el continente americano.
Pocas veces uno sabe lo que hay detrás de cada taza de esta aromática bebida. En el caso del café de Vijil, como explica desde Nicaragua, su grano crece bajo frondosos árboles de especies como guayabón, roble, madero negro… Se trata de un café bajo sombra: se cultiva en armonía con el bosque de árboles centenarios. “Yo soy la tercera generación”, cuenta la nicaragüense, “pero según los pronósticos, para 2050 estas tierras no serán ya aptas para el café”.
En París, el investigador Christian Bunn explica como en otro trabajo del CIAT se llega a la conclusión de que para esa fecha, dentro de 35 años, se podría producir una disminución del 50% de las zonas de cultivo aptas para el café en todo el mundo. “Creemos que será más afectado que otras variedades agrícolas porque su historia como cultivo es corta y tiene su origen en un clima muy determinado: el clima de altura tropical”, incide.
Estos pronósticos no son nada buenos. No obstante, han sido realizados considerando que en todo este tiempo se van a seguir aplicando en esas tierras las mismas prácticas agrícolas que hasta ahora. “Esto es solo una parte de la verdad”, recalca Michael Opitz, director del proyecto Coffee&climate. “Se puede tratar de ganar en resiliencia, para hacer más resistentes los cultivos, esto se consigue con buenas prácticas agrícolas e incidiendo sobre aquellos aspectos que puede reducir la temperatura sobre el terreno”, destaca en la COP21.
En Nicaragua, Vijil trabaja sobre todo con variedades de café arábica como caturra, catuaí o borbón. Pero ahora está tratando de buscar otras más resistentes al aumento de la temperatura y la roya, la enfermedad que está acabando con sus cultivos. En esta zona las plantaciones se miden por manzanas de bosque, cada una de ellas mide cerca de 1.6 acres y ahí se pueden plantar entre árboles unas 3,300 plantas de café. Constituye toda una inversión, pues la planta tarda unos 4-5 años para dar fruto. Por desgracia, de las 85 manzanas que tenía plantadas, a Vijil solo le quedan 4. Todo por culpa de la roya.
A parte de los cambios de temperatura y el aumento de fenómenos climáticos extremos, se espera que el calentamiento global también incremente la propagación de enfermedades y plagas agrícolas en los cultivos. Para el consumidor, esto puede significar un aumento del precio (Bunn ha calculado que cerca de un 50% superior al actual para 2050), pero no impedirá que siga disfrutando de su taza de café humeante. Pero para los millones de pequeños agricultores que viven de esta planta esto supone una desgracia. “En Nicaragua y otros países iberoamericanos ya se están produciendo migraciones por la pérdida de los cultivos de café”, especifica Bunn.
Según un informe reciente del Banco Mundial, sin una acción rápida e inteligente el calentamiento del planeta puede aumentar el número de pobres en 100 millones para antes de 2030 y la principal causa puede ser la agricultura. De hecho, los estudios sugieren que el cambio climático podría provocar pérdidas en los rendimientos provenientes de los cultivos globales, que podrían llegar a ser de hasta el 5 % antes de 2030 y del 30 % antes de 2080.
Paradójicamente, si en el caso del café se espera que el cambio climático reduzca las zonas aptas para su cultivo, la previsión es que su demanda se duplique para dentro de 35 años, al aumentar el acceso de la población a esta bebida. Como explica Hortensia Solís, consultora de cambio climático para la Organización Internacional del Café, ahora mismo se producen unos 150 millones de sacos y está por ver cómo se consigue cubrir una demanda que se espera llegue a los 300 millones. “No sabemos de dónde van a salir”, incide.
Esta enorme cantidad de sacos hace también entender que el café no solo es un sector afectado por el cambio climático, sino que al mismo tiempo contribuye al aumento de las temperaturas. Esto ocurre porque también se generan emisiones en el proceso para cultivar la planta, transportar el grano por el mundo, convertirlo en café molido y, finalmente, mezclarlo con agua caliente en una taza. Según incide Solís, “un 50% son emisiones de las fincas y el otro 50%, emisiones del consumo”. Por ello, para que esta industria contribuya también a paliar este fenómeno climático que tanto le afecta debe actuar desde el cafetal hasta la taza.
¿Qué puede hacer el propio consumidor? Curiosamente, como destaca la consultora, muchas de las emisiones que se generan al preparar esta bebida es para café que se tira. “La gente suele prepararlo sin tener en cuenta el agua que necesita y luego no lo toma”, subraya.