Por Darwin Franco Migues (@darwinfranco), académico y periodista independiente
Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, no es únicamente el galán que coquetea a través del celular con la actriz de telenovela, Kate del Castillo, ni tampoco es solo aquel hombre aparentemente quieto que responde en video a las preguntas ligeras realizadas por Sean Penn, no. Esa es la representación mediática que se ha generado y explotado en estos últimos días en torno a éste, pero ese no es el verdadero Chapo Guzmán.
Quien otrora fuera uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, una de las organizaciones criminales más ricas del mundo, es un hombre diferente al que no se nos quiere mostrar en las piezas informativas generadas tras su reaprehensión, pero mucho más en aquellas que hablan del aparente affair con del Castillo.
Estos “trabajos periodísticos”, al igual que el que publicó Sean Penn para la revista Rolling Stone, solo contribuyen a edificar aún más el “mito” alrededor de El Chapo pero no nos presentan al verdadero narcotraficante ni hacen que éste se confronte con toda la violencia que generó por años y, mucho menos, vinculan ésta con el enorme dolor que aún existe en las familias de aquellos que asesinó o desapareció.
Este dolor se generó no por sus “acciones de defensa” (como él sugiere en el video grabado por Kate del Castillo Productions) sino por su forma unilateral de actuar a través de la imposición del miedo y el terror. Ese es “El Chapo” Guzmán.
Si nos quedamos solo con este “El Chapo” que hoy se nos muestra/vende en los medios de comunicación, estaremos haciendo algo muy similar a lo que hemos hecho con diversos narcotraficantes que terminamos perdonando cuando vemos la representación de su vida (no su vida real ni las repercusiones sociales de ésta), a través de una serie o telenovela, o acabaremos justificando lo terrible de sus hazañas como hoy lo hacen cientos de mexicanos que cantan los narco-corridos porque consideran la posibilidad de ser algún día como Joaquín Guzmán Loera, “el jefe de jefes”.
El mito y su exacerbada representación mediática descontextualiza y desvincula al sujeto de sus acciones creando narrativas emotivas que humanizan los hechos violentos que éste cometió o puede ser capaz de cometer.
“Él no quería ser malo ni quería causar mal, fue la difícil vida que tuvo la que lo hizo así”, esto alguna vez me contestó una fanática de la telenovela El señor de los cielos, la cual narra a modo de ficción la vida del narcotraficante mexicano, Amado Carrillo Fuentes.
Para ella, lo que hacía Aurelio Casillas (Amado Carrillo Fuentes) podría ser totalmente justificado por la dolorosa vida que llevó, aunque en sí mismas las acciones que éste generaba en la serie fueran totalmente violentas y ella, como televidente, fuese totalmente capaz de identificarlo. La gran diferencia es que lo que “El Chapo” y Amado Carrillo realizaron no fue ficción sino absoluta realidad.
El problema con estas representaciones mediáticas que se construyen alrededor del narcotráfico, los narcotraficantes y la narco cultura es que impactan la producción social de sentido; es decir, la manera en que todos aprendemos a nombrar y significar algo en el mundo.
Por ello, estas representaciones buscan más la visibilización del mito alrededor del “capo más buscado del mundo” que la contextualización que nos permita entender qué posibilitó que un hombre como Joaquín Guzmán Loera escalara la estructura criminal del Cártel de Sinaloa pero también reconocer qué circunstancias se concatenaron para que éste escapara en dos ocasiones de prisiones de alta seguridad.
Este contexto cargado de redes de corrupción y filtración del narcotráfico en los tres niveles de gobierno del país, sin embargo, no vende tanto como el capo escapista que hace túneles bajo tierra o el capo que en su afán de inmortalizar su vida es capaz de traer a dos actores para que uno le haga su película y el otro una entrevista a modo.
Y, en medio de todo esto, se da tiempo de mostrar sus dotes de “don juan” hacia una actriz que en su momento también contribuyó a edificar el mito del narcotraficante a través del papel de Teresa Mendoza en la telenovela La Reina del Sur. Bajo este argumento no está por demás decir que Kate del Castillo no es Teresa Mendoza, como tampoco es únicamente la representación de la mujer que coqueteó con “El Chapo” que hoy se nos vende en la mayoría de los medios mexicanos.
Lo que hoy vemos después de la recaptura de “El Chapo” Guzmán es la producción y representación mediática que de él se hace en los medios, ya sea por decisión propia o en colusión con los intereses político-ideológicos del gobierno de Enrique Peña Nieto. “El Chapo” hoy es su producto y lo están explotando a través de la misma narrativa que Joaquín Guzmán Loera quería controlar a través de Penn y del Castillo, la de su mito.
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