Selena Fariña, montevideana de Belvedere, es la pareja de Carlos “Pato” Sánchez, el mediocampista de la selección uruguaya y del Monterrey mexicano. El fin de semana pasado, celebraron 10 años de amor y el primer cumpleaños de Luciana, la hija menor de los tres que tiene con el futbolista.
Además, son papás de Máximo (7 años) y Juan Manuel (4). Selene, que también es muy activa en el contacto con los hinchas en las redes sociales, cuenta de su vida al lado del ídolo celeste, de los celos y de las múltiples mudanzas y sacrificios que emprenden las familias de los deportistas. Conocé su historia.
—¿Cómo se conocieron con Carlos?
—Por medio de un amigo que jugaba en Liverpool y compartían el apartamento. Con mi hermana teníamos un Ciber y ellos iban siempre; él nos presentó. Nos gustábamos desde el comienzo pero le costó conquistarme, siempre me dice que me “hacia la linda” (risas). Ahora, a la distancia, creo que ese cortejo largo fue la clave. Si no, no hubiera durado tanto.
—Ahora celebran 10 años juntos, ¿por qué decidieron festejarlo?
—Porque creemos que es importante. Además aprovechamos que es el año de la nena y así festejamos por partida doble.
—¿Cuál crees que es el secreto de esa permanencia?
—Además del amor que nos tenemos, todo lo que vivimos juntos en estos 10 años, cosas buenas y malas que nos fueron fortaleciendo como pareja.
—¿En qué son complementarios y en qué son diferentes?
—La gran diferencia es el carácter. Como dicen, los polos opuestos se atraen y es lo que nos pasó. Él es muy tranquilo y yo todo lo contrario, tengo un carácter muy fuerte y él me baja a tierra.
—¿Cómo es tu vida cotidiana en México?
—Normal como la que tenía en Argentina o Uruguay, la prioridad es atender los niños y la casa. Me gusta que estén siempre impecables, ayudarlos con la tarea y cuando está Carlos tratamos de estar siempre haciendo actividades con ellos. Somos muy familieros.
—También estuvieron un tiempo en Buenos Aires cuando él jugaba en River. ¿Cómo era la vida allí?
—Me encantaba vivir en Buenos Aires, sobre todo por la cercanía con Uruguay, lo que hacía que viniera muy seguido y nuestros amigos y familiares nos visitaba con frecuencia. Los argentinos, además, son parecidos a nosotros: la misma cultura y hábitos. No descartamos volver en un futuro. Además hay sentimientos: dejamos muchos amigos y dos de nuestros hijos nacieron allí.
—Trabajas en las redes sociales con los fans, ¿cómo surgió esa tarea?
—Sí. A la gente le gusta conocer de la vida cotidiana del jugador y como Carlos es muy reservado, de eso me encargo yo. Hemos organizado sorteos de camisetas y la posibilidad de conocerlo. A mí me gusta también tener ese tipo de relación con los hinchas, responder a los mensajes, mostrarles que tenemos una vida normal. Nos dicen que les sorprende, que es la primera vez que alguien hace esto y la verdad me encanta. Me gusta que vean que somos como cualquier familia.
—¿Cómo te afectan las críticas que puedan hacerle a Carlos? ¿Eres de enojarte?
—¡Ufff! Qué tema ese de las críticas. Sí, soy de enojarme y bastante. Carlos se molesta conmigo porque no tendría que responder. Y tiene razón pero en el momento no pienso y respondo. Las redes sociales tienen eso son un arma de doble filo, son buenas para muchas cosas y malas para otras. Pero sí me enojo mucho porque la gente no sabe cómo son las cosas y en algunos casos hablan de más, en algunos casos parte de la prensa también dice cosas que no son y dan manija para perjudicar.
—Hace unos días compartiste un texto que hablaba de los sacrificios de las parejas de los futbolistas, ¿qué es lo más complicado para ti de esa vida?
—Sí, ese texto lo copie de Twitter pero no del muro de la persona que lo puso (Wanda Nara) porque no la sigo, no soy su fan. Claro que hacemos sacrificios, solo con estar lejos por meses o años ya es una situación difícil. No ver a la familia, a los amigos, extrañar al país. Porque aunque estés en lugares divinos y la gente te trate de maravillas siempre se extrañan las raíces. También pasamos momentos difíciles. Por muchos momentos estamos solas, con embarazos, cuando los niños se enferman, actividades escolares, cumpleaños, Navidad, Fin de año. Desde afuera a veces la gente cuestiona: ¿qué sacrificios podemos hacer nosotras si tenemos dinero? Pero muchas de esas cosas no las soluciona el dinero, ni hablar de lo afectivo.
—¿A qué has renunciado en lo personal para llevar esta vida familiar de país en país?
—No pienso en lo que renuncié, si no en lo que tenemos como familia. Lo importante es que estamos juntos. Este es el trabajo de Carlos y es por el bienestar nuestro y el futuro de nuestros hijos. Ellos sí hacen sacrificios. En estos años cambiaron muchas veces de colegios en distintos países y cada vez que tenemos que irnos sufren mucho, extrañan a sus amigos y eso es lo que más nos duele.
—¿Cuán celosa eres de las llamadas “botineras”?
—Soy celosa.
—¿Qué es lo que más extrañas de Uruguay?
—La familia, los amigos, la comida. Por lo menos a mí me pasa que no me imagino en el futuro viviendo fuera de mi país. Nuestra idea es volver siempre. Cuando estás lejos, te das cuenta y valorás más las cosas. Somos un país chiquito pero hermoso.
—¿Cómo vives los partidos de Carlos en la selección? ¿Tienes alguna cábala?
—Me encantan los días de partido. Los de la selección cuando no podemos ir nos juntamos a mirarlos con familia y amigos. Me pongo muy nerviosa, pero me encanta verlos y le presto mucha atención al juego de Carlos. Porque si lo hace bien soy la primera en felicitarlo pero si lo hace mal también soy la primera en criticarlo (risas). Él se enoja pero se lo digo porque sé lo que puede dar y por eso lo exijo. Los nenes también cuando él llega le dicen: “Papá, ¿por qué hiciste eso? o “¿por qué no hiciste lo otro?” Como ves, está muy presionado (risas).
—En la Copa América hubo un episodio algo violento contigo en la tribuna, ¿qué sucedió?
—No fue personal conmigo. La hinchada mexicana festeja así. Cuando hacen un gol tiran los vasos con refrescos o cerveza. El problema es que ahí vendían latas y una me pegó en la cabeza. Lo peligroso es que podía haber golpeado a uno de los niños y suceder una desgracia. Junto a nosotros también había gente de México que también recibieron latas y vasos. Por suerte fue solo una anécdota.
—¿Has formado amistad con otras parejas de futbolistas de la selección?
—Tenemos buena relación entre varias, pero nos vemos solo en algunos partidos o como en la Copa que aprovechamos a hacer actividades juntas. Mantengo contacto también seguido con Sofia (Balbi, la esposa de Suárez) y con Patricia (Callero, la esposa de Muslera).
—¿Qué planes tienen como familia?
—Poder darles la mejor educación a nuestros hijos para que estén preparados para su futuro. Y cuando Carlos se retire poder vivir en Uruguay. No tenemos grandes planes. Estamos muy agradecidos de los que nos tocó.
—¿Alguno de tus hijos quiere ser jugador de fútbol?
—Sí, los dos. La nena no sé porque todavía no habla (risas). Somos de un país futbolero y todos los niños sueñan con ser jugadores, mucho más en el caso de ellos, por su papá que es su ídolo. A ellos les gusta y tienen condiciones, así que a lo mejor sí pueden hacer carrera. En lo personal, preferiría que no porque el camino es muy largo y sacrificado. A nosotros nos fue muy difícil por muchos años. Como familia pasamos muchas dificultades, hoy estamos en una posición mejor pero no nos olvidamos de lo que pasamos en el pasado. En alguna oportunidad Carlos pensó en no seguir jugando.
—¿En qué momento?
—Cuando se lesionó y lo operaron de los ligamentos. Hacía poco que estábamos juntos. La recuperación fue muy larga y jugó mucho tiempo en reserva, en Liverpool. Llegaba a casa y lloraba porque no lo citaban para el partido del fin de semana. Fue dura esa etapa. Pero la remamos y gracias a Dios salimos adelante. Hoy tenemos un presente y una familia hermosas.
Una década juntos.
Selene Fariña atendía un Cibercafé, que era frecuentado por un compañero de Liverpool de Carlos “Pato” Sánchez. Él los presentó y desde entonces formaron familia. Tienen tres hijos: Máximo (7), Juan Manuel (4) y Luciana (1). Vivieron en Mendoza, Buenos Aires y ahora residente en México. Él defiende los colores de Monterrey en ese país.