No caben dudas de que el Gobierno necesita, desde varios puntos de vista, que la economía empiece a recuperarse lo más pronto posible. Hace cinco años que el nivel de actividad no se expande (hoy tenemos el mismo PBI real que teníamos en 2011, al tiempo que el PBI real per cápita es un 5% más bajo), por lo que lograr que la economía vuelva a crecer es, indudablemente, el primer gran desafío de la administración Macri.
Existe cierto consenso, entre los analistas (tanto locales como extranjeros) que siguen el día a día de la economía argentina, en torno a la idea de que en el corto plazo se producirá una recuperación del nivel de actividad. Sin embargo, la pregunta relevante a esta altura no es si dicha recuperación va a producirse o no, sino a qué velocidad será. Más allá de que es cierto que el retorno del crecimiento económico es una buena noticia en sí misma, también lo es que en algún momento el Gobierno va a necesitar que la velocidad de recuperación se acelere lo suficiente como para que la sensación de mejora de la situación económica resulte palpable para una amplia proporción de la sociedad. Estamos a un año de las elecciones legislativas (la campaña electoral va a empezar mucho antes, no bien finalice el verano), y sin la “ayuda” de una economía creciendo a buen ritmo todo será más difícil para el oficialismo de cara a dichos cruciales comicios de medio término.
En lo que respecta a cuestiones estrictamente domésticas, hay una serie de factores que permiten ser optimistas en cuanto a las posibilidades de una expansión del nivel de actividad interno en los próximos meses. En efecto, la estabilización/recuperación del poder adquisitivo, la baja –aunque lenta– de la tasa de interés, el mayor “empuje” fiscal, el blanqueo de capitales y las perspectivas de una buena campaña agrícola para el ciclo 2016/17 son todos aspectos que, ceteris paribus, tenderán a generar una expansión del nivel de actividad respecto de los alicaídos niveles que tenemos hoy.
Sin embargo, algunas cuestiones estructurales aún no han sido resueltas –desde el déficit fiscal y los bajos niveles de productividad hasta el precio relativo del dólar, la alta presión tributaria y la insuficiencia de infraestructura productiva– y van a limitar de alguna u otra manera la tasa de crecimiento potencial de Argentina en el corto/mediano plazo. Teniendo en cuenta lo anterior, va a resultar de vital importancia la ayuda que reciba la economía argentina desde el contexto internacional. En este marco, analizar el estado actual –y lo que se espera para los próximos trimestres– de las variables externas que tienen mayor incidencia sobre la dinámica económica de Argentina cobra especial trascendencia.
Si bien varios factores internacionales afectan el día a día de la actividad interna, por razones de simplicidad hemos centrado el análisis en cuatro ítems principales:
1) tasa de crecimiento real del PBI brasileño;
2) spread de riesgo soberano emergente;
3) precio internacional de la soja, y
4) poder adquisitivo del dólar norteamericano en Brasil.
Mediante la combinación de estas cuatro variables hemos construido el Indice de Condiciones Externas (ICE). Un aumento de dicho índice debe ser interpretado como una situación en la que, en promedio, el contexto internacional está “empujando” el crecimiento económico en Argentina, y viceversa.
Lo primero que hay que remarcar es la muy fuerte caída que sufrió el ICE durante el año pasado. En efecto, el índice se redujo nada menos que un 17,4% en 2015, contracción que se suma a la que se produjo en 2014 (período durante el cual el ICE cayó 5,4%). Durante el año pasado, todos los ítems que componen el ICE sufrieron un marcado deterioro, en especial los asociados a la evolución de la economía brasileña y al precio internacional de la soja. En el primer caso, la fuerte apreciación real del dólar (con respecto a la moneda brasileña), en conjunto con la contracción de la actividad económica en Brasil (en torno al -3,9% durante 2015), significó un duro impacto para la economía argentina, en general, y para el sector industrial (dada su alta dependencia de la demanda brasileña) en particular. Asimismo, la caída del precio internacional de la soja (que resultó el año pasado, en promedio, un -24,1%) también implicó un shock negativo, que tendió a limitar la dinámica del nivel de actividad durante 2015.
La buena noticia es que, luego de dos años de fuerte deterioro, el ICE se estabilizó durante 2016. En efecto, según nuestros cálculos, el ICE aumentaría, en promedio, un 1,6% durante este año. El factor que más colabora en dicho leve aumento es la apreciación real del real brasileño frente al dólar, que tiende a compensar la caída esperada para este año del PBI real de Brasil. También la compresión de los spreads de riesgo de los mercados emergentes representó una ayuda externa para Argentina durante este año, en especial si tenemos en cuenta que el gobierno federal y las provincias han estado recientemente muy activos en la realización de operaciones de colocación de deuda pública en los mercados internacionales.
De cara a 2017, la situación luce aún más alentadora. Según nuestros cálculos, el ICE aumentaría un 8,5% durante el próximo año, gracias en buena medida a la caída esperada en el precio real del dólar en Brasil y al retorno de la economía brasileña al sendero del crecimiento económico. En el mismo sentido, también se espera un leve aumento, en promedio, del precio internacional de las commodities agrícolas y una reducción del spread de riesgo promedio para los mercados emergentes.
Si bien la mejora del contexto internacional esperada para 2016 no llega a igualar las “ayudas” que Argentina recibió del mundo durante el período 2003/2007 (con una tasa de crecimiento promedio del ICE de 13,0% por año) y 2010/11 (con una expansión del ICE de 11,8% promedio por año), no va a pasar inadvertida.
En resumen, el “mundo” vuelve a darle buenas noticias a Argentina, en general, y a la administración Macri en particular. Está claro que la leve mejora de las variables internacionales, que son relevantes para Argentina, no hará por sí sola que la economía crezca a un ritmo acelerado durante 2017. Pero, sin dudas, ayuda y mucho.