Por estos días alguien se tomó el trabajo de sentarse a enumerar todas las empresas conocidas que han cerrado sus puertas en los últimos años. La lista, que se remonta a más de 10 años y contiene unos 40 nombres, circula en Facebook y crece en comentarios porque —es innegable— algunas de las caídas en desgracia fueron referentes en sus rubros, lo cual entristece y sorprende a muchos.
Esta semana se supo que la “lista negra” agregó a La Spezia y al Molino Florida. En este mes de marzo también se sumaron Foto Martín y Mr. Bricolage. En febrero fue el polémico cambio Nelson, y antes cayeron Fanapel y el Molino Dolores. Este 2017 parece estar arrasando con el ánimo empresarial uruguayo. ¿O es una sensación?
Hay un dato que puede resultar relevante para saberlo, y es el número de empresas que se presentaron a concurso de acreedores por no poder afrontar sus deudas. En lo que va del año van exactamente 21 empresas, según informaron en la Liga de Defensa Comercial. Son seis más que las que había a esta altura el año pasado. Es un aumento, aunque no parece sustancial.
Los números que maneja la Liga muestran que desde 2008 hasta ahora la solicitud de concurso de acreedores ha ido en aumento. Tuvo picos de crecimiento en 2012 y en 2015, aunque en 2016 sorprendentemente registró una baja. Fernando Cabrera y Gabriel Hernández, del área jurídica de la Liga, le quitan importancia a ese último dato porque entienden que la realidad comercial no siempre se refleja inmediatamente en esa cifra. Hay que mirar la tendencia.
Además, se debe tener en cuenta que los concursos pueden extenderse durante años. Federico Barreto, integrante del Departamento de Desarrollo Productivo del Pit-Cnt contó para este informe que según averiguaciones que han hecho en los juzgados, a mediados de febrero había 74 empresas en proceso de concurso, lo cual trepó a 90 a principios de marzo y a más de 100 esta semana.
Más allá de un posible “boom”, para Barreto esto es reflejo también de una “modalidad empresarial nueva” que no le gusta: “hay más facilidades para cerrar, es más fácil bajar cortina, pido créditos y no pago, me presento a concurso, cierro y después se verá”.
Por supuesto que sigue habiendo empresas que resuelven su salida sin llegar al punto de cargar con deudas, como es el caso de Mr. Bricolage, cuyo director se esmeró en lograr “un cierre ordenado”. En ese sentido, otro indicador posible lo aporta el Banco de Previsión Social: ¿cuántas empresas hay registradas hoy y cómo ha evolucionado esa cifra en los últimos años?
La información que ofrece el Banco de Previsión Social (BPS) no está tan actualizada, pero igual permite sacar algunas conclusiones. Primero, si uno mira el número general, año a año aumentan las empresas cotizantes, aunque en los últimos años se ha enlentecido el crecimiento. Las empresas de mediano y pequeño porte han disminuido, pero han aumentado (poco) las grandes y las unipersonales. A nivel departamental, el único que registró una baja en 2015 fue Rivera.
En términos generales no saltan a la vista mayores problemas, hasta que se pone el foco en la actividad privada. Entonces, ahí sí, los datos de la Asesoría General en Seguridad Social revelan que los puestos de trabajo disminuyeron entre 2014 y 2015, y que la cantidad de puestos “patronos” enlenteció claramente su crecimiento, llegando a ser hoy casi nulo. De 2002 a 2008 creció alrededor de 3% anual. De 2008 a ahora, apenas alcanza el 1%.
Los datos de la industria manufacturera, en particular, acusan el golpe. En Montevideo la caída de ese tipo de emprendimientos es sostenida desde 2011. A nivel país hay menos empresas que elaboran bebidas, que fabrican prendas de vestir, que hacen productos de caucho y plástico, que fabrican productos informáticos o electrónicos (aquí la caída es notoria y sostenida) o que fabrican maquinaria y equipos de transporte.
Los puestos de trabajo en el sector industria y comercio crecieron en 2015, pero la tendencia muestra un crecimiento cada vez menor desde 2010. La construcción, en tanto, está claramente en problemas desde 2013, aunque es un sector de fluctuaciones históricas. En el medio rural los puestos bajan desde 2010.
Causas del “desastre”.
La ley que regula la presentación a concurso exige a la empresa un texto al que llama “memoria explicativa sobre las causas del desastre”. Allí los empresarios suelen hacer todos sus descargos. Las memorias constituyen, al fin y al cabo, tristes relatos de los intentos por sacar a flote empresas golpeadas por distintos motivos.
En la Liga de Defensa Comercial han leído cientos de memorias porque en ocasiones participan de los concursos en el rol de síndico (quien ocupa el lugar de un directivo) o interventor (quien administra la empresa junto al director), o bien integran comisiones de acreedores en representación de alguna de sus 500 empresas asociadas. Por eso saben que allí muchas veces los empresarios “remiten a generalidades”: el efecto tequila, la crisis de Brasil, las restricciones a las importaciones de Argentina. “La realidad es que hay causas endógenas y exógenas”, dice Cabrera, jefe del área jurídica de la Liga. “A veces, tener una empresa sobredimensionada con una cantidad de costos laborales inflexibles, como el caso de La Spezia, te marca el desenlace. Por cada 100 pesos que le entraban, La Spezia gastaba 130; no estaba ni en el punto de equilibrio”.
Es evidente que poner a todas las empresas en una misma bolsa conduce a generalizaciones injustas. En ese sentido, la economista Ana Laura Fernández, asesora de la Cámara de Comercio, insiste en aclarar que en ciertos casos “hay causas que tienen que ver con la gestión”, y en otros las que pesan son “variables ajenas a la empresa y en las que no tiene incidencia: las tarifas, los precios que paga, los impuestos, los trámites burocráticos, los costos salariales, la cantidad de mercados que haya abierto el país”.
Según cuenta, muchos empresarios sienten que los costos que impone el Estado son muy altos: la presión tributaria, los costos laborales y, sobre todo, las múltiples regulaciones que implican dinero, tiempo y personal. Se ve, por ejemplo, en el sector alimenticio. “Está bien que haya controles, porque estamos hablando de la salud de las personas, pero (queremos) que esa disposición no se transforme en trabas al empresario. Creo que ahí falta ponerse en el lugar del otro. Hay que cumplir con esto y con lo otro, ok, pero ¿cómo podemos hacerlo sin entorpecer la actividad del empresario?”, plantea la economista. Esto último se ha convertido en “un reclamo constante” de los socios de la Cámara, reconoce Fernández.
En la Cámara de Comercio sienten que en el Estado no hay alguien que esté viendo el asunto con una mirada integral. Fernández mencionó que la creación del Sistema de Competitividad, que recién está dando sus primeros pasos, es un avance, pero lamentó que no se haya incluido a la gremial en ese organismo.
Para las empresas exportadoras las variables ajenas o exógenas son más y están realmente pesando en términos de competitividad. No es nuevo: la consolidación de nuevos mercados —China, sobre to-do— como centros fabriles en los que los salarios son magros y los niveles de producción altísimos, con la consiguiente caída del precio de los commodities, sumada a la crisis financiera internacional y la caída del dólar. Las exportaciones uruguayas están en un mal momento —en 2016 cayeron 7,3%— y reflejo de ello es el cierre de Fanapel, de los molinos de Dolores y Florida, de varias lácteas y textiles.
Según Barrios, del Pit-Cnt, la única posibilidad de que estas empresas salgan adelante es que inviertan en tecnología, con la paradoja de que, a su entender, eso siempre trae aparejada una reducción del personal y a la larga la consecuencia es la depreciación de los salarios. En Uruguay eso no sucede pero, según él, “es cuestión de tiempo”.
Fripur, la emblemática empresa pesquera, hace en su memoria explicativa de solicitud de concurso una completa exposición de todos esos factores y de cómo fueron determinantes para el cierre, según su parecer. El texto rememora las épocas en las que Fripur exportaba en forma directa a más de 20 países y fija en 2008, con la crisis económica mundial, el inicio de la debacle. La pesca es un sector particularmente golpeado por el descenso de la demanda mundial.
Pero el descargo de Fripur también dedica espacio a quejarse de los factores internos: “incremento del costo de la mano de obra, aumento del costo de los permisos de pesca, incremento de la energía eléctrica e incremento de los costos financieros”. La empresa asegura que sus costos de producción crecieron entre 2008 y 2013 un 83% en relación al índice medio de salarios, 40% en relación al índice de precios mayoristas y 50% en relación al índice de precios al consumo. Fripur fue adquirida por la canadiense Cooke Aquaculture en diciembre de 2015, pero la empresa aún no ha reabierto.
Los malestares de los empresarios están recogidos en una encuesta del Instituto de Competitividad de la Universidad Católica, que en junio de 2016 preguntó: ¿En qué medida cada uno de los siguientes elementos es un obstáculo para los negocios en Uruguay? Entre los obstáculos mayores se destacan los costos de transporte (54%) y las regulaciones laborales (40%). Los empresarios también ponderan la conflictividad laboral (más del 50%) y la falta de acuerdos comerciales fuera del Mercosur (48%).
Es cierto: algunos elementos parecen reafirmar que el empresariado en Uruguay no está de parabienes. Pero por el momento los indicadores no permiten hablar de un “boom de empresas caídas”. En la Liga creen que ahora los cierres “tienen más repercusión” que antes en los medios. Las redes sociales agregan su granito de arena, opina Ferdinando Cuturi, de Mr. Bricolage, multiplicando la información y las expresiones. Para él, lo que ha aumentado es la “sensibilidad”. A los uruguayos nunca nos gustó decir adiós.
Concurso, una herramienta con tendencia al alza.
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