La Patria embrutecida, leitmotiv de la edición de NOTICIAS 24 horas antes de las elecciones, alcanzó su pico máximo entre la noche del 13 de agosto y la madrugada del 14.
Una vez más, Mauricio Macri y Cristina Kirchner ocuparon el centro de la fanatizada escena nacional. El Presidente, a las 23 del domingo, se declaró triunfador en todo el país, incluso donde la victoria no se le dio: las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. La ex presidenta, casi a las 5 del lunes, protestó por la manipulación oficial de la información de los cómputos y se declaró ganadora sin pruebas al canto: los números indicaban un empate técnico. Una vez más, desde ambos lados de la grieta que tan buenos dividendos les otorga, los dos dijeron una parte de la verdad.
El éxito de Cambiemos en las PASO fue importante y los festejos con globos y cumbias en Costa Salguero, merecidos (si bien exagerados).
Pero en el GBA y el Gran Rosario, los dos manchones más populosos del territorio argentino, la carga de los cómputos terminó siendo toqueteada para engrandecer la sensación de tromba macrista (ver página 32) y, a la vez, satisfacer el morbo de quienes anhelan ver a una CFK hecha puré.
Hay que decirlo: significó una obra maestra del marketing (esperemos que no del terror, porque los ánimos quedaron muy caldeados). Una Cristina llena de magullones, amarrada al mástil de la victimización y solitaria en un universo peronista carente de liderazgo y articulación, representa la mejor contendiente posible para redoblar la táctica de polarizarlo todo con “el pasado” rumbo a las legislativas de octubre.
Hay que divisar lo que viene lejos del exitismo M y el lamento K. Y hacerlo partiendo de lo único que, por suerte, parecería confirmarse al cabo de las polémicas primarias: la gobernabilidad se vislumbra garantizada. La Argentina debe celebrar que Mauricio Macri no se parezca en nada a Fernando de la Rúa, por si alguno tenía dudas todavía. Toma riesgos. Tiene ganas y un inusual séquito de cuadros políticos con peso propio alrededor. Personifica la gran oportunidad de que, por fin, se perpetúe la alternancia democrática. Su riesgo es otro. Creérsela. Dar por hecho que llegar erguido a una elección de medio término alcanza para el bronce. Jugar al plebiscito diario. Ensimismarse. El ombligo junta pelusa propia, no soluciones colectivas. La expectativa requiere rumbo. Cuidado: aceptar la crítica enaltece, señor Presidente.
Las cifras de las PASO indicarían que CFK llegó a su límite y que, aun imponiéndose por uno o dos puntos en el conteo final, el techo era más bajo de lo que especulaban las encuestas. Si los macristas lograran que octubre funcione como un ballottage, objetivo en el cual se invertirá buena parte del poder del Estado, entonces sí podría hablarse de “paliza”. Lo cierto es que la era del post kirchnerismo parece haber comenzado. En términos históricos, alguna vez tenía que pasar. En términos políticos, reclamar en lo personal el copyright de la historia sería un logro engañoso por más partero que uno sea. Cuidado: con el arrinconamiento final de Cristina entre una banca en el Senado y los despachos judiciales (tanto los bien merecidos como los más politizados) no se come, ni se cura, ni se educa.
Aunque no lo veamos…
A lo largo de los últimos 72 años, el peronismo ha exhibido atributos metabólicos de ameba: cada vez que estalló, se multiplicó.
Aun en plena etapa implosiva, el domingo se impuso en 13 de las 24 provincias: Catamarca (46,70%), Chaco (43,74%), Chubut (32,95%), Formosa (56,47%), La Rioja (44,63%), Misiones (40,97%), Río Negro (40,77%), Salta (37,96%), San Juan (49,35%), Santa Fe (27,87%), Santiago del Estero (66,07%), Tucumán (52,36%) y Tierra Del Fuego (21,23%). Dejamos en suspenso, por ahorala elección bonaerense. Pero, pese a la módica performance de CFK y el pobre desempeño de Sergio Massa y Florencio Randazzo, ratificó su supremacía relativa en el GBA.
La llamada “liga de gobernadores e intendentes” carece de un jefe, siquiera presunto. Y la posibilidad de avizorarlo en el corto plazo se complicó más con la derrota de Juan Schiaretti en Córdoba y el clima de desbarajuste que sumó la estrepitosa caída de los hermanos Rodríguez Saá en San Luis. Todos celebran el arrinconamiento de la ex Jefa y rezan para que Cambiemos concluya el “trabajo sucio” de quitarla del medio, si bien con una dosis de temor y desconfianza.
“Mirá que yo aprendí a no dar jamás por muerto a un Kirchner. Ni muerto Néstor, ¿eh?”, se ataja con humor negro un gobernante justicialista de acento provinciano y apunta: “El kirchnerismo ya no es nada en el país, pero la ola anti K le pega a todo el peronismo. Ahora hay que esperar a octubre, ver cómo nos realineamos en el Congreso y si (el salteño Juan Manuel) Urtubey y (el sanjuanino Sergio) Uñac se animan a mostrarse más. Son jóvenes, buenos gobernadores y caen bien”.
El gobernador de Salta, que hasta ahora se animó a nacionalizar su figura más que nada en videos y producciones de fotos junto a su bella esposa, Isabel Macedo, piensa el post kirchnerismo desde un mayor protagonismo. Tenía ganas de adquirirlo codo a codo con el “histórico” Schiaretti, pero las urnas le fueron adversas al compañero mediterráneo. “Es cierto que Cristina es el pasado, pero los gobernadores peronistas están calientes con el Gobierno. Hay que fortalecernos legislativamente en octubre y rearmar un bloque en torno a ellos en ambas cámaras, sumando a los massistas, a los randazzistas, a todos. El Gobierno sigue siendo centralista, pero con los peronistas salteños no pudo. A este paso, Cambiemos no va a tener quorum propio ni mayoría. Va a tener que negociar. La debilidad del peronismo es su atomización partidaria nacional”, desliza un influyente operador de Urtubey.
Un senador nacional enrolado con Randazzo coincide en que Cristina ya fue. “Terminó siendo funcional al Gobierno, ayudó a la división. Ya nadie está arriba de nadie, ahora todo es horizontal. Difícil que Cristina logre armar algo: pagó cara su soberbia, si aceptaba unas PASO competitivas quedaba en 40% y salía en la foto, como (Agustín) ‘El Chivo’ Rossi en Santa Fe. Ella obstaculizó al peronismo”, destila veneno el ex leal. Pero señala que “a Urtubey, para liderar algo, le falta una horneada: superar lo más lejos posible un 40% en las legislativas”. El miércoles 16 comenzó el recuento definitivo en Buenos Aires. Jorge Landau, histórico apoderado del PJ, le dio su punto de vista a NOTICIAS desde La Plata con tono de viejo zorro.
“Urtubey expresa a varios gobernadores con futuro, como Uñac, (el chaqueño Domingo) Peppo y tal vez (el entrerriano Gustavo) Bordet, pero les falta homogeneidad y consistencia”, sostiene. En cuanto a Cristina, pide esperar al resultado inapelable de las PASO: “Si no es candidata para 2019, puede ser la gran electora desde las sombras. No creo que se presente. Los intendentes que apostaron por ella pensaban que ganaba por varios puntos más. Muchos encontraron en CFK su posibilidad de afianzarse en su distrito y eso puede no volver a pasar dentro de dos años. Es interesante que, a pesar de todas las causas judiciales que le tiraron, siga manteniendo un 35% en la provincia. Igual, ella no ayuda para que el peronismo vuelva al poder dentro de dos años, con el Gobierno fortalecido y los peronistas dispersos”.
¿Y la “columna vertebral del movimiento”? Por más desprestigiada que esté su dirigencia, la CGT siempre está. La cuestión es cómo. El miércoles 16, sobre el cierre de esta edición, se reunía el consejo directivo para resolver la “modalidad” de la protesta convocada para el martes 22. Las horas previas del cónclave fueron tensas, empezando por el triunvirato que componen Carlos Acuña, Héctor Daer y Juan Carlos Schmid. Los dos primeros, otrora aliados de Sergio Massa, promovían un acto sin movilización; el último, que responde al camionero Hugo Moyano, impulsaba una movilización (sin definir si a Plaza de Mayo -como reclamaban los gremios chicos ligados al kirchnerismo- o a otra parte). Nadie, salvo las comisiones internas ligadas a la izquierda, hablaba de paro general. Hace unos meses, Schmid escribió una columna de tres páginas en el diario Perfil. En el único párrafo relevante, señaló: “Una vez más, al movimiento obrero le cabe la responsabilidad de reorganizar el movimiento nacional peronista”.
Uno de los más estrechos colaboradores de Schmid, mezcla sindicalismo y política en su posición: “El macrismo sacó votos que en otro momento hubieran ido para el peronismo. El cristinismo sacó a nivel país el 20%, muy lejos del 40% que es el verdadero caudal del peronismo. Con el paro, entonces, que tener mucho cuidado. Hay bases para una cosa y bases para otra. Hay que interpretar con mucho cuidado el fenómeno que se da hoy: cuando se tiene enfrente algo que está disgregado y no tiene capacidad de administrar un proyecto alternativo, hay que reforzar el voto de lo que ya tengo, que sería el macrismo. El problema del peronismo no es octubre, sino ser alternativa en el 2019. Y no hay que ir a pedirle por favor a CFK, sino salir a buscar los votos. En el peronismo, la fidelidad no es una virtud. Así que se puede dar cualquier cosa. Los intendentes y los gobernadores nunca van a jugar a perder. El peronismo está acostumbrado a mandar y no suele mostrar sus miedos, pero hoy hay terror. Igual, ojo: el que esté preparando la pala para el peronismo se equivoca”.
Por el lado del metalúrgico Miguel Caló, las cosas se ven con matices diferentes. “No era el resultado que esperábamos. Si CFK sacaba 45 puntos nos movilizábamos hasta Ezeiza, pero empató con Esteban Bullrich. Tampoco pensábamos que Massa iba a caer tanto y lo único que puede conducir Urtubey es a Isabel Macedo, y hasta ahí. Daer y Acuña no quieren hacer la marcha porque los silban. La CGT, en la práctica, hoy no existe”. A la cumbre del miércoles se llegó entre rumores de ruptura, pero la sangre no llegó al río. Habrá movilización a Plaza de Mayo, sin paro ni, aparentemente, la presencia de los gremios que votaron en contra de la medida. En síntesis: será una expresión del moyanismo, el kirchnerismo y la izquierda. Antes de la reunión cegetista, Hugo Moyano se reunió con el ministro de Interior, Rogelio Frigerio. Acordaron garantizar una marcha pacífica y coincidieron en que lo mejor para todos sería mantener en lo posible la unidad de la CGT para contener desbordes. El camionero, por momentos, supuso que Frigerio hablaba en representación de Acuña y Daer.
Territorios populares y gremios son el continente de una base social preocupada por el parate de la economía, pero en parte sensible al “cambio” como eufemismo de calma y expectativa. La sociedad recuerda en carne propia quién perdió más con la hecatombe política del 2001. Allí radica el verdadero desafío para el Gobierno, ansioso porque el peso electoral de CFK decaiga en octubre.
El post kirchnerismo transita su estado gaseoso. Y se manifiesta, también, en episodios ridículos. En las redes sociales K pululan las descalificaciones a Diego Brancatelli por el debate “piantavotos” con la gobernadora María Eugenia Vidal la noche anterior a la veda. La Patria embrutecida, que le dicen. Miopía. Superficialidad.
La verdad oficial
Por ahora, el clima de cambio de época tiene rostros no peronistas en primera fila: Macri, Vidal, Elisa Carrió, Horacio Rodríguez Larreta…El triunfo en 10 provincias les da derecho a festejar: Ciudad de Buenos Aires (49,55%), Córdoba (44,51%), Corrientes (45,44%), Entre Ríos (47,72%), Jujuy (36,26%), La Pampa (49,21%), Mendoza (41,07%), Neuquén (24,57%), San Luis (57,48%) y la híper significativa Santa Cruz (45,43%). Pero quedó dicho al principio: la cosa tampoco está para tirar manteca al techo.
En las primeras elecciones legislativas tras asumir la Presidencia de la Nación, Raúl Alfonsín ganó con el 43,2% (1985), Carlos Menem se impuso con el 40,22% (1991) y Néstor Kirchner lo hizo con el 41,6% (2005). Cambiemos viene cuarto con el 36,2% y por eso se obsesiona con octubre. (De la Rúa no entra en la cuenta, dado que perdió en el 2001 con el 23,30% y, en medio de un inolvidable caos que aún duele, renunció).
Macri precisa con suma urgencia (y los argentinos muchísimo más) resultados económicos palpables en los bolsillos. Él mismo se declaró sorprendido el domingo a la noche por la magnitud del apoyo recibido pese al ajuste.
La necesidad de ganar elecciones para invertir la ecuación parlamentaria se le contrapone con la de afianzar la base político-partidaria-institucional que le permita gobernar con solidez y a full, hacerlo sin zozobras y, por qué no, permanecer un período más (como ya se pretende en los pasillos M) si las cosas van bien. Dicha contradicción abre una brecha en el oficialismo. De un lado, los marketineros Jaime Durán Barba y el equipo de Marcos Peña. Del otro, Emilio Monzó –presidente de la Cámara de Diputados- y el radical Ernesto Sanz. En unos manda una excesiva euforia. En los otros, promotores de un “gran acuerdo nacional” para diseñar políticas de Estado para los próximos 20 años, se imponen la expectativa y el silencio. Uno de los máximos partidarios de Cambiemos como artefacto electoral señala: “A CFK le llegó el ocaso. No va a poder volver. Puso todo lo que tenía y un empate logró. Ahora le vamos a sacar puntos a Randazzo y a Massa, y varios puntos a ella. Hasta el domingo había varios gobernadores, como Schiaretti, que pensaban que nos íbamos en helicoptero a fin de año. Ahora van a tener que sentarse en nuestra mesa, y vamos a poder negociar mejor con gran parte del peronismo racional. Buscamos una propuesta institucional seria y a largo plazo. Hay gente como Uñac o Urtubey, con los que se puede construir. Somos muy optimistas. ¿La CGT? Partida y desprestigiada, gracias”.
Jamás lo dirían con estas palabras, pero sueñan con que Mauricio Macri sea la cabeza de la era post K como líder de al menos una buena parte de peronismo, incluido el sindical. Para experimentar esa especie de “menemismo realista”, quizás deberían estudiar muy a fondo las experiencias de Alfonsín y De la Rúa. Se proponían lo mismo, ya sea desde el “tercer movimiento histórico” o un post menemismo civilizado.
Para lo último dejamos abiertas otras tensiones que se avecinan en Cambiemos. La más ruidosa: Carrió-Macri. La más gris: UCR-PRO. Y la más improbable a corto plazo, pero latente: Vidal-Macri.
Ampliaremos.