Ahora, cuando ya tiene más de 70 años, Elio García recuerda exactamente dónde estaba el 16 de abril de 1961.
“En la esquina de 23 y 12”, dice, señalando la calle desde el portal de su casa en La Habana. “Yo estaba hacia atrás en la multitud, pero lo recuerdo claramente”.
Entonces dice de memoria una de las famosas frases de Fidel Castro: “¡Lo que no nos perdonan es haber hecho una Revolución socialista en sus propias narices!“
“Yo estaba allí, yo lo vi”, dice sonriendo, momentáneamente transportado a una tarde cuando, como aprendiz de mecánica de 20 años, soltó sus herramientas para presenciar la histórica declaración.
Era el primer reconocimiento público de Castro de que la Revolución cubana era socialista, en lugar de nacionalista.
“Ese discurso nos puso en una situación difícil”, reconoce Elio, un revolucionario comprometido hasta el día de hoy.
Se avizoraba la invasión de la bahía de Cochinos y Cuba estaba en máximo estado de alerta.
En lo que concernía a Washington, la isla era parte del bloque soviético, y durante los siguientes 55 años sería tratada como un vecino hostil, justo a 90 millas de las costas de Florida.
El presidente Dwight Eisenhower rompió las relaciones diplomáticas e impuso a Cuba unas sanciones económicas que se consolidaron con la orden ejecutiva de su sucesor, John F. Kennedy, en 1962.
Para Elio y su familia, algunas cosas no han cambiado desde la era de Eisenhower. Sigue viviendo en el mismo apartamento que en 1961 y sigue haciendo el mismo trabajo.
El embargo comercial estadounidense sigue vigente también.
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La era del deshielo
No obstante, ha habido un enorme cambio en los años transcurridos, particularmente durante los últimos 12 meses.
La noticia del fin de las hostilidades de la Guerra Fría, anunciada por Raúl Castro y Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, fue posiblemente el acontecimiento más importante en cuanto a las relaciones entre EE.UU. y Cuba desde la caída del muro de Berlín.
En cierto sentido, esto ha desembocado en una especie de período postrevolucionario, al menos diplomático. Los cubanos y los estadounidenses ya no se miran con la misma suspicacia.
No nos equivoquemos, no ha habido un cambio perceptible en el sistema político, ni se espera ningún otro cambio significativo.
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En los días que siguieron al anuncio del 17 de diciembre, el presidente Raúl Castro enfatizó que la flexibilización de las relaciones con Washington no significaría un cambio en las ideas socialistas “por las cuales nuestro pueblo ha derramado tanta sangre y ha corrido tan graves riesgos”.
Pero es importante que esa flexibilización diplomática no se vea aisladamente.
Decisiones pragmáticas
En 2008, el hombre que había regido todas las facetas de la vida de los cubanos, Fidel Castro, traspasó el poder a su hermano menor Raúl, a causa de una crisis en su salud que lo colocó al borde de la muerte.
Casi inmediatamente Raúl Castro comenzó a atenuar algunas de las restricciones establecidas por el estado en el sector económico.
Detrás de esa decisión había una necesidad económica, así como un pragmatismo político.
Desde entonces han aparecido por todo el país pequeñas empresas privadas, especialmente en el sector del turismo, y miles de trabajadores se han reubicado en el trabajo por cuenta propia.
Fue en ese nuevo entorno que se tomó la decisión de restablecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
Obviamente el deshielo no es apoyado por todos en EE.UU.. El candidato presidencial republicano, Ted Cruz, se ha comprometido a revertir la apertura del gobierno de Obama hacia La Habana y regresar a las políticas del pasado. Es la misma postura del senador Marco Rubio, también de origen cubano, antes de finalizara su campaña en Florida la semana pasada.
En Miami, centro del exilio cubano, está programada una marcha este domingo para protestar por la visita.
Críticas en EE.UU.
En ciertos medios de prensa, el proceso tiene también sus críticos. La directiva editorial del diario The Washington Post recientemente criticó lo que considera concesiones de Obama a La Habana.
“Hasta el momento hay escasa evidencia de un cambio en Cuba, quizás porque Obama continúa ofreciendo concesiones unilaterales al régimen de Castro, sin pedir nada a cambio”, escribió la dirección del periódico.
“Como para la apertura Estados Unidos no ha planteado condiciones relativas a los derechos humanos, el régimen de Castro continúa deteniendo sistemáticamente a disidentes y a otros que hablan en favor de la democracia”.
Sin embargo, otros –específicamente The New York Times– han apoyado la flexibilización desde el principio.
Soslayando a los editoriales de la prensa, la mayoría de los cubanos está simplemente cansada del antagonismo con los Estados Unidos y parece que da la bienvenida a la nueva relación.
La decisión del presidente Obama representa un cambio, al menos uno –que el pueblo cubano pudiera demorar en sentir– y, después de seis décadas de estancamiento, un cambio es bienvenido.
Mayor colaboración bilateral
Pero el deshielo va más allá de las esferas política y económica. La ciencia, la tecnología y la preservación marina son algunas de las áreas en las cuales los vecinos en conflicto han comenzado a colaborar este año, además de incrementar los intercambios en asuntos como la música y el arte.
El año pasado hubo un marcado incremento en los turistas que llegaron a Cuba, con un 54% de aumento en el número de visitantes estadounidenses después que el gobierno de Obama levantó varias restricciones de viajes para los ciudadanos de Estados Unidos.
Obama pronto estará entre ellos, cuando haga la primera visita de un presidente de Estados Unidos a Cuba en casi 90 años. Su foto en las calles de La Habana Vieja será de las más icónicas en esta isla tan fotografiada, y un impulso moral para el deshielo.
“Es maravilloso”, dice Elio García de la próxima visita presidencial.
Testigo de la historia en su tierra natal, Elio admite que nunca pensó que iba a vivir para ver ese momento.
“Este es un proceso lento y se necesita tiempo”, sonríe. “Esto es sólo el principio”.
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