Tal vez con la excepción de los cubanos de la época de la Guerra Fría, los latinoamericanos nunca hemos pensado mucho en los productos rusos a la hora de satisfacer nuestras necesidades de consumo cotidiano.
Pero que no haya muchos productos rusos en el supermercado de la esquina no quiere decir que el comercio con Rusia sea poco importante para nuestras economías.
Los países de América Latina han dedicado grandes esfuerzos en la última década a diversificar los destinos de su comercio, tras años marcados por su dependencia de EE.UU.
Han tenido éxito con China, que se ha convertido en el principal socio comercial de varios actores de la región, pero menos con Rusia.
Esto pese a que, desde mediados del siglo XX Moscú ha buscado aumentar, por razones tanto políticas como económicas, su presencia comercial en la región.
Hoy ese comercio se manifiesta en productos tan diversos como aviones de combate rusos llegados a Venezuela o vino uruguayo con destino a Rusia.
Un país que, sorprendentemente, se convirtió en los últimos años en el destino clave para el vino tannat de Uruguay, con exportaciones que alcanzaron 20 millones de litros anuales.
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Brasil Exporta a Rusia US$3.800 millones anuales (1% del total de sus exportaciones). En comparación, exporta a China US$40.000 millones
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Venezuela Importa de Rusia US$393 millones (1% del total de sus importaciones). En comparación, importa de Estados Unidos US$10.000 millones.
El intercambio entre América Latina y Rusia no llegará en el futuro próximo a niveles del comercio con China, un país con una población casi diez veces mayor que la de Rusia.
Pero sigue en aumento y representa un motor importante de crecimiento para varios países latinoamericanos.
“Ha habido una relación comercial entre América Latina y Rusia desde los años 30”, asegura a BBC Mundo Serguei Brilev, subdirector de la televisión estatal rusa, quien es además, a título personal, el presidente del Instituto Bering-Bellinghausen para Las Américas (IBBA), una ONG basada en Montevideo que promueve el intercambio económico entre Rusia y América Latina.
“Ha sido una relación bastante estable. Es distinta al comercio que existe entre Rusia y el resto de Occidente. Entre Rusia y Europa, por ejemplo, ha sido mayoritariamente en torno al petróleo ruso, mientras que en el caso latinoamericano se trata más, por ejemplo, de comprar turbinas para hidroeléctricas, los troleybuses o, en los últimos años, la maquinaria militar”, señala Brilev.
Diez veces menor
El comercio de Rusia con la región ha saltado desde US$3.000 millones en 2000 a cerca de US$24.000 millones en 2013, según reporta el diario británico Financial Times.
Un monto que es cerca de diez veces menor al que se tiene con China, pero que va en aumento.
“América Latina ha usado también el ‘hueco’ creado por las sanciones occidentales contra Rusia y las contrasanciones rusas contra la Unión Europea en materia de alimentos”, le recuerda Brilev a BBC Mundo.
“Por ejemplo, los quesos europeos que han desaparecido en el mercado ruso se han sustituido por los quesos argentinos, uruguayos y brasileños. El salmón noruego se ha sustituido por salmón chileno”.
Hoy en día, asegura Brilev, el vino malbec argentino o el merlot y el cabernet-sauvignon chileno son infaltables en los supermercados rusos.
Aviones civiles
Del lado latinoamericano también se están abriendo mercados para nuevos productos rusos.
“Mientras las ventas de aviones civiles rusos estuvieron limitadas en el periodo soviético a Cuba, ahora se están expandiendo a otras naciones”, dice el experto ruso.
“Paradójicamente en algunos sentidos Rusia y America Latina son competidores. Brasil, por ejemplo, produce aviones Embraer, mientras que Rusia produce aviones muy similares llamados Sukhoi Superjet“, recuerda.
Sin embargo, la aerolínea mexicana Interjet usa ya 20 de los aviones rusos en su flota.
Y Nicaragua está “activamente negociando” para compras similares de aviones, agrega Brilev.
Globalización y distancia
Claramente, el flujo comercial con Rusia ha estado particularmente concentrado en algunos países.
“Brasil por su tamaño y el rol que juega en el grupo BRICS (de las potencias emergentes que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es uno de los más destacados en este comercio entre Rusia y la región, dice Brilev.
Pero en otros países, aunque con menor tamaño absoluto, las exportaciones a Rusia juegan un papel importante proporcional al tamaño de su comercio.
“En Paraguay por ejemplo, hubo un momento en que exportaba el 90% de su carne al mercado ruso”, recuerda el presidente del IBBA.
Mientras que Venezuela destaca por las enormes compras militares que se hicieron a Rusia desde la llegada al poder del fallecido presidente Hugo Chávez.
A la hora de evaluar el potencial de estas relaciones económicas con Moscú, muchos comparan lo que se ha logrado con Pekín.
“China y Rusia son también competidoras en algunos aspectos, como por ejemplo, la venta de turbinas para hidroeléctricas”, recuerda Brilev.
¿Llegará algún momento el intercambio económico con Rusia al nivel del que se da con China?
Brilev acepta que, dadas las diferencias de tamaño en la población, y por el ende en el tamaño del mercado, entre China y Rusia, será difícil que las ventas latinoamericanas a Rusia igualen las que se dan a China.
“No hay que temer a la globalización y a las distancias“, puntualiza en todo caso Brilev, para asegurar que hay mucho espacio para crecer en esta avenida distinta para el intercambio comercial latinoamericano, la que conduce a Moscú.
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