Los compradores rusos llenan sus supermercados, los barcos rusos se amontonan en su bahía y sus museos celebran al Ejército Rojo. Sin embargo, el pequeño pueblo de Kirkenes no queda en Rusia, sino en Noruega.
Es una pequeña burbuja de amistad transfronteriza en un país miembro de la OTAN. Ahora, el despido de un conocido periodista local deja a la vista la fragilidad de esta relación especial.
La salvaje y desolada costa del Océano Ártico es un entorno ideal para el periodista Thomas Nilsen, especializado en temas ambientales. Con pelo canoso pero con una intensidad juvenil, delgado y fuerte, es del tipo de personas a las que les va la vida al aire libre.
Nada le gusta más que explorar las ensenadas rocosas y los bosques pantanosos que se extienden entre el lejano norte de su nativa Noruega hasta la adyacente península rusa de Kola. Los recorre a pie, en esquí, en lanchas o canoas.
Ha sido un activista ambiental y guía para viajes de aventura además de periodista. Pero todo su trabajo ha implicado juntar y acercar a rusos y noruegos.
Nilsen vive en el pequeño pueblo de Kirkenes, donde hasta hace poco editaba un periódico en Internet, el Barents Observer, con la misión de derribar las barreras en una región que fue una de las más peligrosas y sensibles durante la Guerra Fría.
Submarinos rusos con ojivas nucleares aún tienen sus bases justo al otro lado de la frontera.
Kirkenes se ha convertido en lo que Nielsen califica como “un laboratorio de contactos Este-Oeste”.
Ciudadanos de ambos países disfrutan de la posibilidad de viajar a través de la frontera sin necesidad de visa. Los rusos compran en Kirkenes pañales, ropa y una amplia variedad de alimentos, gracias a lo cual contribuyen a la bonanza de la economía local. Algunos incluso se han mudado al pueblo para vivir y trabajar.
Mientras tanto, los noruegos van a Rusia a comprar combustible barato y vodka, a cortarse el cabello y a consultas con el dentista.
“Esto es: norte alto – tensiones bajas”, dice Nilsen para referirse a la política del gobierno de Noruega para la región. “Es un eslogan, pero también es algo muy serio para Noruega, porque Noruega es un país muy pequeño. Somos cinco millones de habitantes y somos vecinos del país más grande del mundo”.
Ahora algunos temen que esa relación está en riesgo y, en parte, están preocupados por lo que ocurrió con Thomas Nilsen.
El mes pasado, él fue repentinamente despedido de su cargo de editor del Barents Observer durante un pleito con sus propietarios, un grupo de consejos locales del norte de Noruega, sobre libertad editorial.
El desacuerdo surgió, según Nilsen, de la cobertura que el diario hacía sobre Rusia, particularmente por un artículo que él escribió durante la crisis de Ucrania criticando la creciente mano dura del presidente ruso Vladimir Putin sobre medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales.
“El jefe de la directiva me llamó a su oficina y dijo: ‘estás despedido, por favor, recoge tus cosas y abandona la oficina al final del día’. Estoy muy frustrado por el hecho de que algo así haya ocurrido en Noruega en el año 2015”.
En Noruega, un país que se enorgullece de su libertad de prensa, el incidente se convirtió en un asunto de impacto, en especial después de que la empresa de radiodifusión estatal, NRK, asegurara que el servicio secreto ruso, el FSB, había exigido la remoción de Nilsen.
Una acusación que negó airadamente la embajada rusa en Oslo. Pero Nilsen asegura que el cónsul general de Rusia en Kirkenes le dijo: “Hay algunos hechos en el Barents Observer que no tienen del todo contento a Moscú”.
Nilsen dice no creer que un político noruego pueda recibir órdenes de Rusia. “Es más la estupidez de los dueños porque no quieren dañar una relación fronteriza tradicionalmente buena”.
Los dueños del diario dicen que el despido de Nilsen no tuvo nada que ver con la cobertura de Rusia y que nunca han estado en contacto con funcionarios rusos.
No obstante, queda el interrogante de si la compleja red de vínculos fronterizos podrá sobrevivir la actual tensión Este-Oeste, tras las sanciones de Occidente contra Rusia y la prohibición de Moscú a las importaciones de alimentos de Occidente.
La amistad de los vecinos se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas soviéticas liberaron a Kirkenes de la ocupación alemana.
La escritora Olaug Bye Gamnes, que ya tiene 80 años, recuerda viéndolos llegar en octubre de 1944, cuando era una niña de nueve años. “Los considerábamos nuestros salvadores”, afirma.
“Durante el año que se quedaron, proveyeron a la población de comida. Iban hasta Rusia para traerla. No desalojaron a la gente de sus casas, como sí lo hicieron los alemanes. Ellos mismos se quedaban en carpas y dejaban que la población ocupara lo que quedaba de los edificios”.
Más tarde, durante la Guerra Fría, las relación se congeló. La saliente alcaldesa de Kirkenes, Cecilie Hansen, se crio a poca distancia de la frontera, pero no la cruzó hasta que tuvo 14 años.
Ahora va a Rusia regularmente y, el año pasado, 320.000 rusos cruzaron a Kirkenes. Para darles la bienvenida, muchos avisos están escritos en ruso, especialmente en los tres centros comerciales del pueblo.
Hansen señala que ellos compran alcohol caro en Noruega, mientras que los noruegos compran sus bebidas alcohólicas en Rusia.
“Los rusos confían en los productos noruegos pero cuando vamos a Rusia a nosotros no nos importa. Mientras sea barata y tenga un alto contenido de alcohol no nos importa qué tiene adentro”, afirma.
Lo que es vital para la economía local es la cooperación en los sectores de petróleo y gas.
Una empresa noruega, Norterminal, organiza el traslado de petróleo ruso a buques cisterna occidentales en el fiordo de Kirkenes, porque resulta poco rentable que los tanqueros rusos -hechos para romper el hielo del Ártico, trasporten el crudo más hacia el occidente.
Aunque el comercio de petróleo no está directamente afectado por las sanciones, sí lo está la cooperación técnica en el sector. Eso ha estancado los proyectos de desarrollo de los vastos yacimientos recientemente descubiertos en el mar de Barents.
“El desafío ahora con las sanciones es el declive por el que están pasando muchos negocios”, comenta Odd Arne Haueng de Norterminal. “Y si se va a emprender algún negocio, se tiene que estar preparado para lo que venga. Muchos empresarios simplemente se dan por vencidos”.
Menos rusos han llegado a Kirkenes este año. La alcaldesa Hansen, dice que se debe en parte por la devaluación del rublo pero también puede ser por un creciente ambiente antioccidental al otro lado de la frontera.
Los pescadores noruegos que solía exportar a Rusia se han llevado lo peor de las sanciones en represalia de Moscú.
Sin embargo, todavía prospera un negocio en Bugoynes, al oeste de Kirkenes, donde cangrejos gigantes -algunos de 1,5 metros- son empacados y transportados vivos a algunos de los restaurantes más exclusivos del mundo, bajo la supervisión de un biólogo marino, Roman Vasiliev.
Este tipo de cangrejo fue introducido originalmente en la región, en los años 1960, por científicos soviéticos y considerado entonces por los noruegos como una especie invasora que estaba destruyendo el ecosistema.
Un tiempo después, los pescadores locales se dieron cuenta del valor que representaba su pesca. “Yo los llamaría un regalo de Rusia a Noruega”, indica Vasiliev, aunque reconoce que los animales, que fácilmente pueden aplastar el dedo de una persona, son peligrosos.
“Luchan hasta la muerte. ¡De alguna forma se parecen a los rusos!”, ríe. Es una broma, por supuesto, pero en el actual clima político es un poco incómoda.
Thomas Nilsen, el periodista, ahora está montando una publicación online propia para cubrir la actualidad de la región.
Acusa a las autoridades rusas de “crear desconfianza contra Occidente” y rechaza cualquier sugerencia de que lo los medios noruegos debieran mantener el silencio en cuanto a los problemas en Rusia en aras de las buenas relaciones.
No obstante, espera que cualquier frialdad entre los gobiernos ruso y noruego no dañe la amistad transfronteriza que la gente que vive en el lejano norte alto ha forjado.
“Este laboratorio aquí comprueba que la cooperación es importante“, asegura. “Eso es especialmente cierto en tiempos problemáticos, cuando soplan vientos fríos entre el Este y el Oeste”.
Comments