El hospital Carlos III, donde permanece ingresada la primera persona contagiada de ébola fuera de África, la auxiliar de enfermería Teresa Romero, se ha visto obligado a contratar personal extra para poder atender todos los casos sospechosos y en investigación que van llegando al centro. En algunos casos, suplirán a profesionales de enfermería que se han negado a trabajar con enfermos de ébola alegando que las condiciones de seguridad no son las adecuadas. “Hay trabajadores que están renunciando a sus contratos para no tener que entrar”, asegura Elvira González, vicesecretaria provincial del Sindicato de Auxiliares de Enfermería (SAE).
Según relata, hay enfermeros y técnicos de enfermería que han presentado formalmente su renuncia en la Consejería de Sanidad y otros que se han negado a atender enfermos de ébola en las condiciones actuales. En principio, un profesional sanitario está obligado a atender a cualquier enfermo, pero en este caso el hospital no está obligando a nadie a entrar, añade. “Ahora mismo, cuando está en cuestión si el traje es el correcto, si el protocolo es el correcto, un profesional sanitario podría acusar a la Administración de delito de salud pública si le obligan a trabajar en condiciones que no son las adecuadas”, explica. “Ni en la Consejería de Sanidad están seguros de la infalibilidad del protocolo y por eso no están obligando a nadie”, añade.
“Que sepamos, a la gente nueva la han contratado hasta el día 21”, asegura una trabajadora del centro. “No sé cuántos son en total pero ayer ya había muchísimas caras nuevas y no pude contar”, añade. Cree que aún llegarán más porque a medida que se vaya llenando la quinta planta del hospital, la que la Consejería de Sanidad decidió vaciar ayer para instalar a los casos sospechosos, harán falta más profesionales. “Solo en la sexta [donde estuvieron ingresados los misioneros repatriados y ahora se encuentra la auxiliar] en cada turno hay más de 12 personas trabajando”, añade esta fuente, que pide no ser identificada.
“Conozco a mucha gente que está poniendo excusas: que si tengo el periodo, que si me mareo, que si me da claustrofobia”, señala. “A la gente le entra ansiedad y así no se puede entrar, con ese nerviosismo”, añade. Los profesionales que atienden a Romero y al resto de personas aisladas en el hospital han empezado a recibir terapia psicológica para intentar manejar el estrés que les provoca la situación y sobre todo, para mantener la calma y no cometer un error fatal.
La Consejería de Sanidad no ha facilitado, a preguntas de este diario, cuántos profesionales han renunciado, cuántos se han negado a entrar en las habitaciones de aislamiento y a cuántos ha contratado y por cuánto tiempo para realizar esas tareas.
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