“Un terremoto siempre puede matar, también uno puede morir cruzando la calle, pero si cruza con los ojos cerrados corre más riegos”.
El ingeniero Enrique García, experto en daño sísmico consultado por BBC Mundo menos de 24 horas después del sismo de magnitud 7,8 en Ecuador, se refiere así a los problemas en el sector de la construcción que tuvieron una consecuencia directa en los más más de 600 muertos que dejó.
Tras sus primeras visitas a las zonas afectadas, el presidente Rafael Correa admitió que muchos edificios se habían derrumbado “por mala construcción”.
Correa recordó que tras los terremotos de Chile y de Haití, Ecuador implementó normas de construcción “mucho más fuertes”. De ahí surgió la Norma Ecuatoriana de Construcción (NEC).
Consultado por BBC Mundo, el ingeniero estructural Fabián Carrasco indicó que la norma ecuatoriana es buena, pero agregó que en el país no se cumplen ni los códigos ni las normas.
“Los permisos de construcción dependen de cada municipio. Algunos exigen la intervención de un ingeniero estructural a partir de un determinado número de pisos, otros no, pero esto sólo es en el estudio de los planos, luego no hay nadie que supervise la construcción”, dijo.
Para Enrique García, éste es uno de los pecados de la construcción en Ecuador. Otros son la informalidad (las construcciones quedan a cargo de maestros de obra y no de ingenieros o arquitectos), la falta de control de la calidad de los materiales y la ausencia de diseños sísmicos adecuados.
BBC Mundo recorrió las zonas afectadas con un arquitecto para analizar los errores de los edificios colapsados y los aciertos de las construcciones que no cayeron.
Primera parada: Manta
El puerto más importante de Ecuador presenta un aspecto desolador, con edificios emblemáticos en estado inservible, pero para un ingeniero estructural, lo importante no es si un inmueble sufre daños irreparables o no: lo importante es que no se derrumbe y se lleve vidas en su caída.
Esto ocurrió con varias casas de Manta que simplemente cayeron sobre sí mismas o se inclinaron violentamente debido a que las bases no pudieron soportar a las plantas superiores.
BBC Mundo se detuvo frente a dos de estas construcciones –una casa particular y un local comercial– y consultó al arquitecto Fausto Cardoso sobre las posibles causas del colapso.
“A primera vista hay un peso muy grande en la parte superior y las estructuras no son lo suficientemente sólidas para sostenerla. El sentido común en zonas sísmicas indica que los elementos más pesados deben estar abajo y conforme vas elevando la construcción tienes que ir aligerando el peso“, comenta Cardoso.
“Aquí vemos lo contrario: se colocan losas de hormigón arriba y estructuras frágiles abajo, en el medio columnas pequeñas que cumplen una función estética y no soportante. Se gasta mucho en los ornamentos del edificio, pero se descuida la seguridad”.
El otro elemento clave es el uso adecuado de los materiales: una buena cantidad de hierro para la cohesión de la estructura y el uso de arena de minas o ríos, nunca de mar.
Pero al escuchar este último dato, muchos de los vecinos de la casa derrumbada señalaron que la mayoría de las casas de Manta obtenían su arena de las playas.
“La arena del mar no es buena para construir debido a que la sal daña el hormigón y termina corroyendo el hierro“, responde el arquitecto.
Uno de los tertulianos que observaba las construcciones caídas, Julio Bermúdez, opina desde su experiencia como trabajador de la construcción que en Ecuador se construye sin técnica.
“Igual este terremoto en cualquier parte del mundo te tiraba casas abajo, pero hay casas que aguantaron porque las construyeron de forma más consciente. Muchas personas, para ahorrar dinero, ahorran materiales. O son inescrupulosos los maestros contratistas y ponen materiales de menor calidad. Eso no es sólo en Manta, sino en todo el Ecuador”.
Segunda parada: Bahía de Caráquez
A la entrada al malecón de esta ciudad costera encontramos una casa antigua que estaba a punto de ser declarada bien patrimonial y aún se sostiene en pie. ¿Sus materiales? Madera y caña.
“Cada lugar desarrolla una tecnología de acuerdo con el material que tiene. Estos elementos tienen la ventaja de ser muy livianos. Se mueven con el sismo y regresan a su posición original, disipando la energía”, señala el arquitecto Cardoso que al ser también restaurador, siente pasión por las antiguas técnicas de construcción.
Por eso se lamenta al ver cómo, a pocas cuadras, el derrumbe de una casa de cemento y hormigón, afectó las paredes de casas de madera vecinas.
Para el arquitecto, no hay que tampoco “satanizar” el cemento, ya que toda tecnología se puede utilizar de forma responsable. Pone como ejemplo entonces el Museo de Bahía de Caráquez, cuya fachada sufrió daños pero su estructura se mantuvo intacta.
Cardoso considera que la informalidad en la construcción va a continuar una vez que se olviden los efectos del terremoto, por lo que –en su opinión– el Estado debería alentar el regreso a la arquitectura vernácula, con materiales propios de la región, en vez de permitir peligrosas construcciones en cemento de varios pisos que no cumplen con las normas adecuadas.
Pero esto no sería suficiente. Los ingenieros estructurales recuerdan que si la gente levanta casas en lugares inadecuados como orillas de los ríos, quebradas y pendientes, el efecto benefactor de los materiales livianos queda anulado por la mala ubicación de la construcción.
Tercera parada: San Vicente
La pequeña ciudad ubicada frente a Bahía de Caráquez está unida a su vecina mayor por un puente que, al menos a primera vista, no parece haber sufrido ninguna “herida” en el terremoto.
Aquí una construcción llama la atención del arquitecto. De ella salen hierros como chorros de agua expulsados por una fuente. Cardoso los llama “los hierros de la esperanza”.
“Es tanto un fenómeno ecuatoriano como latinoamericano. La gente empieza una obra con la esperanza de añadir nuevos pisos en el futuro”.
“Entonces construyen los cimientos con una pequeña estructura de hormigón, cierran las paredes, funden una losa en la primera planta para usarla como cubierta y lanzan un sistema de hierros para unirse a los futuros pisos”.
El problema es que en la costa, la brisa marina oxida los hierros, dañando la mayor conexión que tendrán esas diferentes plantas en el futuro.
“Si a esto sumamos los problemas de la calidad del material y las sales que entran en el hormigón al usar arena de mar, entonces estamos creando un coctail de arquitectura tremendamente peligroso cuando hay un riesgo sísmico”, concluyó Cardoso.
Cuarta parada: Canoa
Al ingresar a uno de los centros turísticos por excelencia de la costa ecuatoriana, la primera reacción de los viajeros es comprobar el estado de la estructura hotelera, ya que de ello depende el futuro de Canoa.
Había edificios que pensabas que se iban a caer sin necesidad de un terremoto. Un día que soplara un poco de viento se iban a caer”
En este censo improvisado de hoteles, uno de los primeros destinos presenta una postal muy poco optimista: el Royal Pacific ha perdido toda la planta baja debido al colapso de su estructura causando, según dice un vecino que vive en frente, la muerte de seis personas.
“No podemos saber a ciencia cierta qué sucedió. Se nota que hay mucho hierro, pero el hierro y el hormigón no trabajaron juntos. El edificio se cayó sobre sí mismo, la estructura se mantuvo pero la base no resistió”, indicó Cardoso.
El Royal Pacific recuerda en su caída al clásico videojuego del Tetris, en el que las piezas desaparecían al llegar a la superficie. La primera planta ha sido completamente aplastada por los pisos superiores.
Pero a dos cuadras de este hotel se levanta otro que no presenta grietas, como si la estructura no se hubiese enterado de que hubo un terremoto o el sismo hubiera elegido perdonarle la vida.
Los dueños del Amalur son dos españoles, Diego San José y Lorena Rojo, y el secreto de su éxito no tiene secretos.
“Nosotros nos tardamos dos meses en los cimientos, otros se apuran para comenzar lo más rápido con el negocio y no hacen una buena cimentación“, dice Diego.
“Mucha gente usa arena de la playa y es salina y se va comiendo el hierro. Nosotros usamos arena del río, lavada y tamizada. Mira el tamaño de nuestras columnas. Y sólo hemos levantado un piso. La base del hotel es de hormigón y la parte de arriba es madera y bambú”, acota Lorena.
La descripción de lo que ocurría con algunas construcciones en Canoa que exponen ambos es desoladora: “Acá presentaban el plano de un piso y luego construían cinco y nadie se daba cuenta. Había edificios que pensabas que se iban a caer sin necesidad de un terremoto. Un día que soplara un poco de viento se iban a caer”.
Esto a pesar de que en 1998 hubo un terremoto que afectó Bahía de Caráquez y Canoa.
Aunque el presidente Correa expresó su deseo de que se aprenda la lección “de esta dolorosísima experiencia”, el experto en daños sísmicos Enrique García no es muy optimista.
“En el 2008 hubo un congreso en Bahía de Caráquez para determinar qué habíamos aprendido del sismo del 98 y mira lo que pasó ahora. Se van a tomar algunas medidas pero yo creo que esto en un año se olvida“.
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