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“El mundo siempre ha sido un desastre”, declaró Obama en 2014 después de una serie de terribles sucesos noticiosos. “Apenas nos estamos dando cuenta gracias a las redes sociales”.
Ante la reciente ola de videos sobre violencia policiaca en contra de personas negras en Estados Unidos, varias personas han comentado que esos episodios han sucedido desde hace tiempo pero solo últimamente los teléfonos inteligentes han facilitado que se documenten visualmente.
Las redes sociales también han comenzado a desempeñar un papel predominante en la transmisión de tragedias. La aplicació, por ejemplo, ha divulgado contenido espeluznante como la violación de una adolescente de Ohio y un suicidio en Francia.
El efecto en la audiencia puede ser traumático. Históricamente los medios de comunicación tradicionales han mostrado imágenes gráficas y videos horribles, como algunos ataques terroristas o la golpiza propinada a Rodney King en 1991.
Sin embargo, hay varias razones para sospechar que el impacto emocional de tales imágenes en las redes sociales o de las noticias provenientes de internet es distinto, y quizá más duradero, que el de las anteriores fuentes de comunicación.
El contacto con la violencia a través de cualquier medio puede conducir ocasionar lo que se conoce como trauma vicario y puede ser, para ciertas personas, más sobrecogedor que una experiencia inmediata.
En un estudio publicado en 2013 en la revista PNAS, se compararon los síntomas de estrés agudo de quienes tuvieron una “exposición directa” al ataque en el Maratón de Boston de ese año (ya fuera que hubieran estado presentes en el lugar o en el área de Boston, o que conocieran a alguien que vivió eso) con los de aquellos que solo estuvieron expuestos a través de los medios. Las personas expuestas a seis o más horas diarias de noticias relacionadas con el ataque desarrollaron niveles más altos de estrés agudo que quienes estuvieron expuestos directamente.
“A diferencia de la exposición directa a un trauma colectivo, que puede terminar cuando la fase álgida del evento pasa, la exposición mediática mantiene activo el estrés agudo y lo revive en la mente de las personas”, concluyó el estudio. “La exposición mediática repetida puede contribuir al desarrollo de trastornos relacionados con el trauma y prolonga o exacerba los síntomas agudos”.
Estos hallazgos no distinguían entre los tipos de medios de comunicación. En un estudio presentado en la conferencia anual de 2015 de la Sociedad Británica de Psicología, Pam Ramsden, una conferencista de la Universidad de Bradford, encontró que casi un cuarto de los participantes que vieron imágenes y videos de sucesos noticiosos inquietantes en las redes sociales, incluyendo los del 11 de septiembre, tiroteos en escuelas y ataques suicidas con bombas, reportaron síntomas que coinciden clínicamente con los del trastorno de estrés postraumático.
Ramsden señaló en su presentación que la principal diferencia entre las noticias tradicionales y las de las redes sociales, es que las últimas “han permitido que el público vea historias violentas e imágenes gráficas con terribles detalles que no fueron editados”.
Mientras las generaciones más jóvenes evitan la televisión y los medios impresos, su única exposición a las noticias puede ser internet, a menudo a través de las que aparecen en las redes sociales. No obstante, mientras que las emisiones en las noticias tradicionales seguramente presentan un aviso de precaución antes de transmitir las imágenes gráficas o deciden censurar el contenido más ofensivo, tales medidas se ignoran con frecuencia en internet, en especial cuando las transmiten individuos y emisoras no muy establecidas.
Facebook cuenta con un ejército de moderadores de contenidos, pero no pueden lograr que no se cuele ni una sola imagen o video aterradores. Esta red social también tiene una política ambigua cuando se trata de videos violentos, que los permite (ahora con un aviso de precaución que impide su reproducción automática) siempre y cuando los usuarios los “condenen” en lugar de “celebrarlos” (dos verbos altamente subjetivos).
Una distinción clave entre consumir noticias en internet y hacerlo en medios impresos o la televisión es el acceso constante y la capacidad de quedar sumido en un pantano en el primer caso, como demuestra el estudio sobre el Maratón de Boston.
Ni siquiera las cadenas noticiosas que trabajan las 24 horas son un paralelo del flujo casi infinito de internet donde incontables fuentes, con o sin acreditación, proporcionan a los obsesos un abastecimiento infinito de material, y la tecnología moderna entrega terabytes de datos crudos de primera mano. Si el asesinato de Kennedy sucediera hoy, no estaríamos examinando la grabación única y de baja definición de Zapruder, sino que tendríamos una gran cantidad de videos tomados en teléfonos inteligentes desde todos los ángulos, y miles de tuits escritos por testigos oculares.
Además, la yuxtaposición entre el contenido estándar en las redes sociales y las imágenes violentas es profundamente discordante. Si entramos a Facebook para ver videos de gatos y fotos de bebés, pero encontramos una imagen perturbadora, no estamos emocionalmente preparados para ello y su aparición en medio del contenido frívolo y alegre puede ser trastornador, como un recordatorio sombrío de que la misma especie que rutinariamente produce niñitos adorables también es responsable del Estado Islámico.
Aunque es cierto que se requiere cierto grado de voluntad para encender la televisión y mirarla, y aún más para abrir una publicación noticiosa impresa y leerla, hasta cierto punto nuestro libre albedrío como consumidor estaba limitado a los medios tradicionales de las épocas pasadas. Las noticias se presentaban en momento específicos, como la mañana y la noche, semanal o mensualmente, y tenían una duración limitada, suficiente para llenar un periódico, revista o una emisión de 30 minutos. Lo más seguro es que nos quedemos con las publicaciones a las que nos suscribimos y los noticieros que vemos normalmente, y que recibamos sus imágenes de manera pasiva.
En cambio, en internet seguimos de manera activa a redes con vínculos más complejos por lo que, a menudo terminamos en sitios sensacionalistas que nunca antes habíamos visitado. La fotografía de un civil muerto en la primera plana de un periódico impreso no puede evitarse si estamos suscritos a ese periódico, y verla no implica que queramos buscar una imagen de muerte.
Por el contrario, buscar deliberadamente o darle clic a un vínculo que sabemos que nos enviará a la misma imagen sí lo implica (en especial si hay un aviso de precaución). En cierto nivel, es posible que nos enfermen nuestros propios deseos repugnantes tanto como la inhumanidad desplegada. El aforismo 146 de Más allá del bien y del mal, de Nietzsche, reza: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”.
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