Cuando la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner llamó el mismo domingo al opositor Mauricio Macri para felicitarlo por su victoria en las elecciones presidenciales, el gesto parecía augurar una transición en tranquilidad.
Fernández aprovechó la llamada para invitar a Macri a visitarla en la residencia presidencial dos días después de los comicios, en lo que se tomó como un primer paso para un traspaso de poder ordenado y pacífico.
Pero ahora el propio líder de la alianza de centroderecha Cambiemos parece dudar de que esto se vaya a dar.
Tras su encuentro con la mandataria, el martes, Macri se mostró decepcionado y dijo a la prensa que la reunión –que según varios medios duró apenas 20 minutos– “no valió la pena”.
“Me dijo que me convocó para felicitarme personalmente antes de verme el 10 de diciembre”, relató a su salida.
“Hablamos formalidades de la reunión de traspaso. No hubo más que eso”, contó, molesto, el presidente electo, quien había llegado hasta la residencia de Olivos con la intención de ir organizando con su sucesora la transición de poder.
El encuentro entre Fernández y Macri fue a puertas cerradas y no hubo un registro fotográfico ni en video de los dos juntos. Tampoco hubo conferencia de prensa posterior.
En seguida las redes sociales en Argentina se llenaron de imágenes y mensajes en los que los críticos del gobierno marcaron las diferencias entre lo que ocurría en su país y lo que sucede en otras naciones, como la vecina Chile, donde existe toda una tradición alrededor de la sucesión presidencial.
En particular se puso el énfasis en una situación comparable a la de la Argentina, en la que un gobierno de izquierda le entrega el mando a un gobierno de derecha, como ocurrió cuando Sebastián Piñera fue elegido para suceder a Michelle Bachelet en 2010.
Los noticieros televisivos argentinos y los portales de noticias online mostraron el tradicional llamado entre mandatarios chilenos, en el que Bachelet felicitó a su sucesor y le dijo que iría “a saludarlo personalmente” al día siguiente.
En contraste, Fernández convocó a Macri a verla dos días más tarde, reservando el primer día tras los comicios para un encuentro con el candidato perdedor, el oficialista Daniel Scioli.
Tensiones de fondo
Más allá de lo protocolario, referentes del futuro gobierno macrista han denunciado que el kirchnerismo ha estado poniendo palos en la rueda, dificultado la transición.
Macri dijo a la prensa que la presidenta le informó que sus ministros estarían disponibles para reunirse con sus sucesores recién a partir del 10 de diciembre, el día en que asume el nuevo gobierno.
Y el futuro ministro del Interior, Rogelio Frigerio, acusó directamente a la presidenta de querer perjudicar la llegada del nuevo gobierno.
“(La presidenta) dio la orden de no facilitar una transición ordenada, prolija, transparente”, denunció en una entrevista con el canal de noticias TN.
“Lamentamos que no podamos conocer un poco más de cerca la real situación, para poder a partir del 10 de diciembre ya empezar con un conocimiento, con un diagnóstico preciso, a resolver los problemas de los argentinos”, señaló.
“El nivel de desinformación es bastante particular”, ratificó Macri ante el mismo medio.
La falta de información oficial y de datos económicos confiables es algo que han estado criticando muchos en Argentina hace tiempo.
Incluso el canal de noticias C5N, considerado afín al gobierno, reconoció esta semana que no se sabe con certeza cuántas reservas internacionales tiene el Banco Central de la República Argentina (BCRA), presidido por un economista kirchnerista, Alejandro Vanoli.
El país tampoco ha dado a conocer las cifras oficiales de pobreza desde 2013.
Y sus estadísticas sobre la inflación han sido cuestionadas por años, incluso por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que censuró al país por la falta de transparencia de sus estadísticas.
Funcionarios “militantes”
Macri ha denunciado que varias instituciones importantes del país, que debieran ser independientes del poder político, están en este momento controladas por “militantes kirchneristas” que, según él, entorpecerán el funcionamiento de su gobierno.
Entre estos funcionarios incluyó a Vanoli, cuyo mandato vence en 2019, y a la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, quien ya anunció su intención de permanecer en el cargo durante la presidencia de Macri.
También pidió que renuncie el presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), Martín Sabbatella, cuyo mandato vence en 2017.
El organismo es el que se encarga de aplicar la nueva Ley de Medios aprobada durante el kirchnerismo, y que obligaría al principal holding mediático del país, el Grupo Clarín, a desprenderse de varias de sus licencias.
Macri también pretende reemplazar al responsable de la Unidad de Información Financiera (UIF), José Sbatella, y al director del multimedios oficial, Tristán Bauer.
Todos los funcionarios involucrados se han negado a renunciar, exigiendo que el nuevo presidente respete sus designaciones.
Algunos, como el periodista Reynaldo Sietecase, apoyaron públicamente esta postura, sosteniendo que los mandatos de muchos de estos organismos están pensados para favorecer el balance de poder.
Es lo que sostuvo Sabbatella para explicar por qué no renunciará a pesar de ser un opositor a Macri.
“Los mandatos están desacoplados, no por capricho. Significa que un presidente está obligado a convivir con un directorio de la Afsca que está conformado por una composición que surge de un momento de dos años atrás y tiene cuatro años de vigencia”, señaló.
“No hay vocación”
También algunos ministros kirchneristas negaron que estuvieran entorpeciendo la llegada de sus sucesores.
El saliente Ministro de Educación, Alberto Sileoni, señaló ya se reunió con su sucesor macrista, Esteban Bullrich, a quien le deseó lo mejor para su gestión.
Además consideró que los medios malinterpretaron el tono del encuentro entre la presidenta y Macri.
“Han hecho una interpretación de una reunión ríspida y distante cuando creo que no fue así. Fue cordial y es un trabajo (el de la transición) que tendremos que ir haciendo en estos días”, dijo a la radio Vorterix.
Por su parte, el vocero más expresivo del kirchnerismo, el jefe de Gabinete Aníbal Fernández, reveló que por orden de la presidenta había convocado a su sucesor, Marcos Peña, a un encuentro en su despacho, pero que este rechazó la invitación por no tener carácter público.
Según Fernández el macrismo no tiene “vocación de hacer una transición”, sino que solo busca generar un impacto mediático.
“Si la vocación es hacer una transición para las cámaras, porque la intención es hacer un showcete (sic) televisivo, no es nuestra vocación. Queremos aportar datos, pero sin este gesto de chiquilines”, criticó.
“Decir que una reunión es en vano es insensato”, agregó, en referencia a los comentarios de Macri quien había dicho que no valió la pena ir al encuentro con su predecesora.
Habló la presidenta
Por su parte la presidenta Fernández, quien sorprendió al no hacer mención en estos días a la derrota electoral en su sitio en Twitter –donde suele explayar su opinión personal– aseguró durante un acto que cooperará con el próximo gobierno.
“Vamos a colaborar, no vamos a dejar nunca un gobierno sin presupuesto como me tocó a mí en 2010, porque sabemos de las responsabilidades de gobierno, que cuando no se cumplen no impactan en los ricos, sino en los de más abajo, en los más vulnerables”, señaló el miércoles.
Además, Fernández también prometió no dificultar la tarea del gobierno de Macri, cuando esté en la oposición.
“Quédense tranquilos que no vamos a hacer las cosas que nos han hecho a nosotros (…) Jamás se nos ocurriría hacer algo que dañara la gobernabilidad y convivencia de los argentinos”, aseguró, tras destacar “la tranquilidad con la que se votó el domingo pasado en el primer balotaje presidencial de la historia”.
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