Las últimas cifras económicas de la zona euro, hechas públicas esta semana, muestran variaciones significativas entre los países que la conforman.
Alemania, por ejemplo, sigue creciendo pero de una manera leve.
Tanto Berlín como la eurozona en su conjunto crecieron un 0,3% en los últimos tres meses del año pasado.
¿Pero está Alemania— la mayor economía de entre los estados miembro de la Unión Europea que adoptaron el euro— siendo un lastre para la región?
Hay quienes aseguran que el persistente patrón de Alemania de exportar mucho más de lo que importa está frenando el desarrollo de toda la eurozona.
Y el contexto de este argumento es la crisis financiera de la zona euro.
Para entender por qué algunos ven a Alemania como un problema, hay que empezar a fijarse en los países más golpeados por la crisis.
Varios han tenido que hacer unos ajustes difíciles y poco populares ante ello: austeridad para mejorar las finanzas del gobierno y reformas económicas para impulsar el crecimiento a largo plazo.
Tensiones políticas
Muchos economistas dicen que la austeridad frena la recuperación.
Aunque también existe la visión contraria, la de aquellos que creen que a veces puede traer de vuelta el crecimiento.
Pero más allá de las discusiones económicas, esto sobre todo ha provocado tensiones políticas.
Varios gobiernos de la zona euro que implementaron políticas de austeridad se han topado con protestas en las calles y en las urnas.
Pero ¿podría haber sido esto un poco más fácil?
Es ahí donde Alemania sale a relucir.
Varias voces insisten en que Berlín hizo las consecuencias de estas políticas más duras de lo que hubieran tenido que ser.
Pero, ¿cómo? ¿no es Alemania la sede de la prudencia y la virtud financiera de la eurozona?
Bueno, existe un caso en el que esas características de Alemania se vuelven un problema para el resto de los socios.
Y esta es la razón.
Desequilibrio económico
Las características más evidentes de la crisis de la zona euro han sido la presión sobre los bancos, los préstamos solicitados por los gobiernos y la quiebra del mercado inmobiliario en varias naciones.
Pero también se han creado enormes desequilibrios comerciales y financieros entre los países.
En los años previos a la crisis, los países que serían afectados de forma más grave empezaron a tener un déficit cada vez mayor en sus “cuentas corrientes”; esto es, los gastos realizados por el
Estado superaban a los ingresos no financieros.
Este déficit incluía las exportaciones e importaciones de bienes y servicios, y todo una gama de transferencias financieras.
Esa situación requería financiamiento exterior, algo que, cuando todo iba bien, fue bastante fácil.
Los bancos extranjeros prestaron dinero y los inversores compraron activos financieros, incluida la deuda pública. Y eso es también una forma de prestar dinero.
Pero este proceso se vio gravemente afectado por la crisis financiera de la eurozona, cuando la solidez de los bancos y los gobiernos de los países afectados empezó a ser cuestionada.
Estos debieron hacer ajustes.
Con los flujos financieros interrumpidos, tuvieron que disminuir el déficit en las cuentas corrientes, incluso llegar a tener superávit. Y lo lograron.
Todos los países de la zona euro que fueron rescatados tenían un gran déficit público antes de la crisis.
Grecia, Portugal y Chipre llegaron a tener un déficit de entre el 12 y el 15% sobre el Producto Interior Bruto (PIB).
Justo antes de la crisis España duplicó su déficit público, y en Irlanda llegó a ser del 5,7% del PIB.
Hoy todos ellos tienen superávit, salvo Chipre, donde el déficit ha disminuido.
El superávit creciente de Alemania
Ahora es cuando viene un importante ejercicio de aritmética económica.
Las cuentas corrientes a nivel mundial deben estar equilibradas.
Así, el déficit de un lugar compensará el superávit de otro.
De ello se desprende que el cambio de déficit a superávit en Grecia, Portugal y los demás debe reflejarse en un movimiento en la dirección opuesta en otros países.
Así que lo lógico es fijarse en lo que ocurrió con los países de la eurozona que tenían superávit antes de la crisis.
Esto incluye Austria, Finlandia y los Países Bajos.
Pero donde el superávit era realmente grande era en… acertaste, Alemania.
Pero entonces, ¿disminuyó el superávit alemán al ajustar la situación de los países en crisis?
No, se hizo más grande.
Pasó de ser de un 5,6% sobre el PIB en 2010 a ser del 8,5% el año pasado.
Sí ha habido ajustes como consecuencia del superávit de Grecia y los otros países.
Pero ha ocurrido fuera de la zona euro.
En 2010 la eurozona estaba más o menos en equilibrio con el resto del mundo, pero ahora tiene un superávit sustancial.
Planteado de otro modo: el resto del mundo tiene ahora un déficit considerable con la zona euro.
Muchos dicen que hubiera sido más fácil para los países en crisis hacer ajustes si Alemania hubiera dejado de tener superávit.
El persistente, incluso creciente superávit de Berlín implica que la carga de ajuste haya caído sobre los países en crisis y, como consecuencia, importen ahora menos de lo que hubieran importado de otra forma.
De hecho, ha habido un marcado descenso en las importaciones en Grecia en cinco años consecutivos.
Quizá con una demanda más fuerte de Alemania estos países hubieran podido crecer más rápido.
Esto a su vez les hubiera ayudado a restaurar las finanzas de sus gobiernos antes y, como consecuencia, a que el impacto negativo de las medidas sobre los estándares de vida de sus ciudadanos fuera menor.
Uno de los más críticos con las medidas con el crecimiento de Alemania y con las medidas de austeridad ha sido Ambrose Evans-Pritchard, el editor de economía internacional del diario británico Daily Telegraph.
“El superávit es… seguramente más peligroso para la unidad de la zona euro que cualquier otra cosa que esté pasando en Grecia”, escribió en una ocasión.
“Exceso de ahorros”
Para ser claros, esto no es una crítica a la industria alemana por producir productos de alta calidad que otros quieren comprar.
Daniel Gros, del Centro para el Estudio de Políticas Europeas (CEPS, por sus siglas en inglés), una institución con sede en Bruselas, así lo explica:
“Desde un punto de vista estrictamente económico, la interpretación de la situación sería distinta: el gran superávit actual en las cuentas refleja un exceso de ahorro interno frente a la inversión doméstica”.
Y este es el tema central.
El saldo de las cuentas corrientes de un Estado tiene que ver con las finanzas del gobierno y también con la cantidad que un país ahorra e invierte.
Si ahorras más dinero del que gastas, si un gobierno gasta menos de lo que recibe de los impuestos, ambos tendrán un superávit en las cuentas; esto es, un exceso de dinero.
Así que, para evitar eso, una de las opciones de Alemania sería o gastar más o bajar los impuestos.
¿Pero podría permitirse hacer eso?
Tiene superávit en sus finanzas desde 2012 y la carga de la deuda acumulada por el gobierno no es particularmente grande.
Gros cree que podría invertir más en infraestructura pública.
Y es que hay quien habla del “deterioro de la infraestructura”.
Para los visitantes extranjeros es algo exagerado, pero hay un debate activo sobre el tema.
Evans-Pritchard, del Daily Telegraph es más mordaz: “Cuanto antes abandone Alemania el fetichismo fiscal e invierta su propio dinero en su propio país para su propio beneficio, mejor será para todos”.
La idea es que si Berlín hubiera ahorrado menos, parte del dinero gastado hubiera ido al extranjero.
Y esto podría ocurrir de varias manera: ya sea por la importación de productos, porque los trabajadores alemanes podrían ir de vacaciones al extranjero, o porque Alemania podría emplear a trabajadores extranjeros y estos a su vez enviarían dinero a sus familias en su país de origen.
Defensa presupuestaria
Aún así, el superávit de Alemania se ve con frecuencia como un signo de su destreza económica.
Jens Weidmann, el presidente del banco central aleman, el Bundesbank, dijo que el equilibrado presupuesto del gobierno es todo un éxito.
“Sería absurdo discutir medidas para debilitar artificialmente la competitividad de Alemania con el fin de reducir el superávit actual de las cuentas frente a otros países de la zona euro”, declaró.
El volumen del excedente de Alemania también refleja el hecho de que, al igual que el resto de la eurozona, obtuvo algún beneficio del reciente debilitamiento del euro y que su competitividad mejoró.
Cualesquiera sean las razones, y se culpe a quien se culpe, es probable que las próximas cifras económicas de la zona euro muestren de nuevo una recuperación muy leve.
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