Por Cristina Pérez*
Nadie sabe tanto de nosotros como Facebook. Conoce nuestras intimidades, nuestros momentos felices, nuestras angustias y hasta lo que deseamos. Sus algoritmos todo lo pueden y todo lo ven. Pero sobre todo cuenta con nuestra confianza ciega -y ciega no es una metáfora- para desplegar el espejo de nuestra vida en sus líneas de tiempo. La red social superó la expectativa de cualquier noción de comunidad global y casi un tercio de la población mundial -unas 1800 millones de personas- se cuenta entre sus suscriptores.
Pero ¿qué es una comunidad? Una comunidad es un espacio donde reinan compromisos comunes para una convivencia virtuosa y códigos para frenar abusos o estafas. En ese sentido, cualquier acción humana -no importa en cuánto se multiplique el alcance- depende de una pregunta simple: ¿Cuáles son las consecuencias de mis acciones? ¿Cuál es el eventual daño que mi acción u omisión puede provocar a terceros? Incluso a terceros desconocidos. Pero qué decir en el caso de quienes depositan en nosotros la máxima confianza. Cuando se rompen esos contratos, en las sociedades se llama mala fe o estafa, en las parejas puede llamarse infidelidad, en las amistades, el límite en que dejan de serlo.
Algo extraordinario pasó la misma noche de las elecciones en los EEUU. Según una investigación realizada por el New York Times, tuvo lugar una especie de sublevación entre altos ejecutivos de Facebook con sus mandos superiores cuestionando el rol de la compañía en los resultados de los comicios. Todo ocurrió como corresponde a los tiempos que corren, en un chat grupal. En el ojo de la tormenta estaban los contenidos falsos o fake news cuya circulación la red social permitió a pesar de haberse revelado como apócrifos. Una de esas noticias falsas afirmaba por ejemplo que el Papa Francisco apoyaba a Donald Trump y había sido compartida por millones de usuarios. En EE.UU. 8 de cada 10 personas tenía buena o muy buena opinión del Papa como líder espiritual según midieron varios estudios durante su visita a ese país en 2015 y 56% de los republicanos mantenía entonces una mirada favorable de acuerdo a una encuesta de CNN en esa misma época. El propio Francisco había dicho en febrero de este año en referencia a Trump que “si una persona sólo busca construir muros no es realmente un cristiano” ¿Cuántos creyeron la información falsa del apoyo papal a Trump y cómo pudo haber influido en sus votos? La noticia de que se trataba de fake news, apenas tuvo alcance.
El propio Marck Zuckerburg CEO y creador de Facebook debió emitir un comunicado defendiendo sus políticas. Allí afirmó que “más del 99% de lo que ve la gente -en Facebook- es auténtico”. Y manifestó que “deben ser extremadamente cautelosos y no convertirse en árbitros de la verdad”. La pregunta es si esta declarada prescindencia o neutralidad no los termina convirtiendo en cómplices de la mentira. Y volvemos a la cuestión anterior: si Facebook sabe que una información tan sensible como la del Papa apoyando a Trump es falsa ¿pueden dejar indefensos y vulnerables a sus usuarios y compatriotas ante la manipulación? Acaso “ser amigos en Facebook” no significa que Facebook sea tu amigo y este será el primer paso para una desconfianza que habrán sabido conseguir.
El otro cuestionamiento de esas horas turbulentas se relacionó con algo que se conoce desde hace tiempo pero que queda reservado para ámbitos técnicos. La existencia de lo que se llama “burbujas filtradas”, ya que los usuarios interactúan en espacios de identificación cerrados con gente que piensa lo mismo que ellos. La realidad que viven es la de esa parcialidad. Como si vieran un espejo deforme sin saber que lo es. Facebook también tiene conocimiento de este fenómeno que además le rinde en materia de influencia o para segmentar nichos de interés. Eso le permite además detectar oportunidades comerciales para publicidad y promoción y todo va por el mismo tubo.
Las horas de expiación y crisis no terminan en la red social y prometen cambios para solucionar el problema. La pregunta es por qué teniendo las herramientas para actuar no lo hicieron. Si pueden diferenciar contenido fotográfico eventualmente sensible llegando al paroxismo -hay casos ridículos que se reportan en las redes- o cuestiones relacionadas con discriminación o pedofilia, por qué permitieron la circulación de contenido de campaña dudoso en medio de las elecciones.
Aunque Facebook sea una plataforma de intercambio y no una compañía periodística no puede actuar sin responsabilidad. Ya ni siquiera se trata de responsabilidad editorial como la que tiene un diario que firma sus artículos y se hace cargo de ellos rindiendo cuentas con su credibilidad. Se trata lisa y llanamente de responsabilidad social para una red que se define a sí misma con esa calificación.
La socialización en la historia de la humanidad ha estado basada en códigos de convivencia y respeto. El advenimiento de las leyes es la forma sofisticada de ese impulso para no matarnos entre todos. Desde el uso de advertencias o disclaimers -como cuando se compra un paquete de cigarrillos y debe leerse claramene que puede provocar cáncer- o un mero agregado de “otras noticias sobre este tema”, que exponga una variedad de miradas podría ayudar a expandir la veracidad y el contraste. Pero las ideas -que seguramente pueden contarse por decenas-, surgen si hay voluntad y responsabilidad. En este sentido, tal vez es hora de que Facebook demuestre más que nunca, que es amigo de sus amigos.
* Periodista de Telefe. Conductora del programa #Confesiones, por Radio Mitre.
Source Article from http://www.clarin.com/sociedad/Facebook-circulacion-falsas-noticias_0_1691230927.html
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