El pasado de la empresaria y diseñadora Jill Dodd, fundadora de la marca internacional de ropa deportiva Roxy, es sin duda exótico. Su vida tuvo un giro inesperado un fin de semana a principios de los ochenta, cuando con 20 años trabajaba como modelo en París. Le reveló a la BBC un mundo que pocos conocemos.
Todo empezó con una invitación a una fiesta…
“Mi agente me llamó para preguntarme si yo quería ir a Monte Carlo con ella y le dije ‘¡Sí… maravilloso!’. La noche que llegamos fuimos a una fiesta loquísima”.
El lugar era Le Pirate, donde camareros de pelo largo y sin camisa tocaban guitarra mientras una fogata crepitante, de seis metros de altura, iluminaba el cielo.
“Un ‘pirata’ me entregó una copa de champán. Me lo tomé y tiré la copa al fuego, como los demás invitados. Todo era tan salvaje y decadente. Quería bailar y vi a un hombre sentado en la mesa que parecía inofensivo: era como el papá de una amiga. Nos miramos y empezamos a bailar alrededor de la fogata”.
“Mientras estábamos bailando, mi agente se acercó y me preguntó si sabía con quién estaba bailando. Le contesté que no, que no me importaba. Me dijo: ‘Adnan Khashoggi’ y le pregunté: ‘¿Qué es Adnan Khashoggi?’… no le entendí nada“.
Khashoggi era un multimillonario saudita, comerciante de armas y conocido por su papel en algunos de los más famosos escándalos de los ochenta, entre ellos el Irán-Contra o Irangate, (1985 y 1986), en el cual Estados Unidos, bajo el gobierno de Ronald Reagan, le vendió armas al gobierno iraní que estaba en guerra con Irak y financió el movimiento Contra nicaragüense, dos operaciones prohibidas por el Senado. Khashoggi fue un intermediario clave.
Escrito con sangre
“Cuando nos sentamos, él me subió la manga y escribió “Te amo” en mi brazo en letras grandes y rojas”.
“Al principio no me di cuenta de que lo había escrito con sangre”.
“Me senté para tratar de entender lo que acababa de pasar (…)
Estaba perdida en mi propio mundo, mareada por el alcohol y rodeada de extraños en este loco lugar. Lo único que hacía era mirar mi brazo (…)
Me gustó que escribiera ‘Te amo’. No me lo limpié“
Jill Dodd en su libro “The currency of love” (La moneda del amor)
“Me pareció divertido. Cuando bailamos era tan inocente, infantil y divertido. Y cuando hizo eso me pareció que era muy imaginativo. La gente hace cosas locas en Europa en las fiestas… escandalosas, a veces”.
“Al final de la noche, mi agente me dijo que Adnan quería que fuera a su bote a tomar café. Le contesté que lo único que quería era irme a dormir”. Me dijo: ‘Pero es ese bote que ves allá’, señalando hacia el Mediterráneo. Ahí estaba un barco que parecía un transatlántico… yo nunca había visto un barco tan grande“.
Jill no fue a tomar café esa noche, pero aceptó una invitación a cenar la noche siguiente.
A bordo
“El barco era enorme. Tenía al menos diez habitaciones, una discoteca, un hospital en el que se podía hacer cirugía a corazón abierto (…) Cuando llegamos nos preguntó si nos queríamos cambiar de ropa y nos llevó a un cuarto repleto de trajes de noche de alta costura. Me impresionó”.
“Tras una elegante cena me preguntó si quería que me mostrara el barco. Fuimos a su cuarto: la cama estaba cubierta de pieles, las manijas de las puertas eran de oro y tenía paredes estilo James Bond que rotaban para revelar habitaciones ocultas… me pareció que todo era una gran máquina ingeniosa”.
Una máquina cuyo siguiente dueño fue Donald Trump, el actual presidente de Estados Unidos.
“Adnan se comportaba como si realmente quisiera saber quién era yo y cuáles eran mis intereses. Nos sentamos a charlar por horas. Aunque me dijo: ‘Tengo que ser honesto: sé todo sobre ti. Tuve que investigarte por razones de seguridad'”.
“Sabía dónde había nacido, que mi papá era bombero, en qué había trabajado… una persona normal se habría quedado atónita pero yo no era muy rápida juzgando a la gente”, recuerda.
“Después de esa noche, yo definitivamente quería volverlo a ver, pero no sabía si alguna vez sucedería. ¿Sabes cómo a veces conoces personas que te parecen familiares, como si las hubieras conocido antes, y no sabes por qué pero todo encaja?”.
“Además, me dejó una buena impresión el que no hubiera tratado de besarme. Eso hizo que pensara más en él”. Y así continuó la relación por un tiempo, sin que hubiera nada físico.
Esposa de placer
“Estábamos con un grupo en Marbella y Adnan aún no había llegado. Una noche me despertó, me tomó de la mano y me llevó a su suite. Empezamos a hablar y de repente preguntó: ‘¿Te gustaría un baño de espuma?’. Me metí a la bañera, él se sentó en el borde y charlamos.
“Luego fuimos a su recámara y para entonces yo quería besarlo. Pero dijo: ‘No puedo besarte hasta que aceptes un contrato’. No entendía de qué estaba hablando. Me explicó: ‘Yo no me caso de la manera tradicional’. Se comparó con la realeza en Arabia Saudita y otros hombres poderosos que tienen permitido tener tres esposas legales y 11 esposas de placer.
“‘Me gustaría que fueras mi esposa de placer. Hagamos un contrato de 5 años. Yo me encargaré de ti, me podrás contactar en cualquier momento, si quieres verme enviaré el avión. Podrás salir con otros hombres…’, así me propuso matrimonio de placer”.
“A mí no me importaba todo eso. Yo quería ser independiente… y quería besarlo”.
Yo era unos 12 cms. más alta que él, su cabeza era redonda y calva y tenía barriga… ¡A mí me parecía adorable!”
El contrato no era escrito, sino verbal. Con un beso quedó sellado y Jill se convirtió en su esposa de placer.
“Eso significaba que yo tenía su estilo de vida cuando estaba con él: vivía en sus hermosas casas, atendida por empleados domésticos, alimentada por chefs, relajada por masajistas. A Adnan le fascinaba la moda y le gustaba vestirme”.
“No lo dejé todo para estar sólo con él. Seguí pagando mi arriendo, vivía sola y trabajaba”.
Armas
Jill era consciente de que estaba con un hombre extremadamente rico, pero no sabía todavía que Khashoggi era comerciante de armas.
“Ni siquiera sabía bien cuál era su apellido. Y no había internet… ¿cómo iba a encontrar esa información? Lo que sabía era que me interesaba y que quería estar más tiempo con él”.
“Pasó mucho tiempo antes de que me enterara de cómo ganaba dinero. Le pregunté al principio pero no mencionó armas”.
“Fue en un viaje a Las Vegas que me dijo que estaba cerrando un gran negocio. Cuando me explicó de qué se trataba exclamé: ‘¡Pero son máquinas de guerra!‘ y me respondió: ‘No tienen todos los países el derecho de defenderse de una guerra con otros países?'”.
Las otras mujeres
“Conocí a las otras esposas de placer en reuniones o en cenas. Con el tiempo se volvió normal. Nos tratábamos con respecto pero guardábamos la distancia. Yo sentía que yo era especial para él. Fue más tarde que empezó a cambiar”.
“Una noche me trajo un collar que era para otra persona. Yo estaba dormida en mi cama y él entró en medio de la noche con un paquete. Me besó en la cabeza y me volteé y dijo: ‘¡Me equivoqué de habitación! Quédate con el regalo'”.
“Me sentí destrozada. Esa fue la primera vez que realmente me hirió”.
Separación
“Había empezado a estudiar y así que no estaba con él tanto como antes. Entonces me di cuenta de que estaba buscando otra mujer. Me pareció horripilante. Adnan y yo estábamos en su suite cuando un hombre entró con un folder negro grande que tenía fotos de modelos”.
Las empezaron a mirar y de repente caí en cuenta de lo que estaba pasando.
‘¿Qué estás haciendo? ¿Estás buscando chicas para comprar? ¿Fue así como me encontraste? ¿Me escogiste en un catálogo?‘. Se miraron y empezaron a reírse”.
“Me sentí traicionada. Todo estalló en ese momento. En ese entonces, él tenía hordas de mujeres a su alrededor. Todo era cada vez era más sórdido”.
“Luego conocí a una chica llamada René, que era idéntica a mí, sólo que menos alta y más joven. Empecé a sentir que era muy vieja para él (tenía 22 años)”.
El fin
Jill se fue, pero siguió en contacto con Khashoggi por años.
“Me llamaba y me preguntaba si quería volver con él. Si alguna vez me hubiera dicho que me amaba y que quería estar sólo conmigo, sin harén, lo habría considerado”.
“Adnan murió el día que publiqué mi libro (6 de junio, 2017). Para mí fue un shock que me duró una semana. En medio de la noche me levantaba llorando y sentía que estaba hablando con él, diciéndole que lo quería”.
“Realmente no tengo más que recuerdos gratos de él. Por más que suene loco, fue una de las relaciones más sanas que he tenido con un hombre”.
“Hubo mucha honestidad. Me respetó, nunca me habló con crueldad. De hecho, después de la relación con Adnan, estuve en una relación abusiva con un estadounidense que fue horrenda. Como una mujer adulta -tengo 57 años y he estado felizmente casada por casi 20 años- aún la recuerdo como una hermosa amistad”.
No obstante, si una de sus dos hijas le dijera que está en una relación como la que ella tuvo con Khashoggi, “sentiría terror”.
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