Treinta años después de que su cuarto reactor explotara el 26 de abril de 1986, todavía existe una zona de exclusión alrededor de la planta nuclear de Chernobyl en Ucrania.
El fotógrafo polaco Jerzy Wierzbicki visitó la zona acompañado de dos guías, exempleados de la planta nuclear.
Después de que el reactor reventara, un incendio se desató en las instalaciones y duró 10 días. Eso hizo que se diseminara gran cantidad de material radioactivo en las zonas circundantes y en grandes partes de Europa, especialmente en Ucrania, Bielorrusia y Rusia.
El área cercana a la planta fue evacuada. La zona de exclusión, un radio de 30 kilómetros alrededor de la planta, es monitoreada por policías armados con rifles AK-47.
En realidad, la zona nunca fue evacuada en su totalidad. Las normas varían de acuerdo con los niveles de radiación.
Donde está ubicada la planta no hay residentes. A los trabajadores se les permite vivir en la ciudad de Chernobyl, a unos 15 kilómetros de distancia, e incluso así, sólo pueden hacerlo por un número determinado de semanas.
No muy lejos de la planta, María e Iván Semieniuk cenan en su casa en la localidad de Parishev.
Cuando ocurrió el accidente, fueron sacados de allí, llevados a 20 kilómetros de Chernobyl. Las autoridades les habían dicho que iban a poder regresar tres días después.
Como sospechaban que su regreso tomaría mucho más tiempo, metieron algunas de sus posesiones en su automóvil Zaporozhets y condujeron hacia otro pueblo llamado Borodianka.
Allí, la policía militar los bañó con agua fría y a Iván le dijeron que sería empleado como un trabajador de la construcción.
Dos años después, se les permitió regresar a Parishev. Han vivido allí desde entonces, pese a estar dentro de la zona de exclusión.
En el pueblo y en el bosque que lo rodea hay un pequeño grupo de habitantes, pero gran parte del área está vacía.
Con un dosímetro, los visitantes de la zona de exclusión pueden medir los cambios en la radiación y la exposición a la misma.
En la casa de Iván y María, 30 años después, la medición es muy baja. De hecho, está por debajo de lo que se considera el límite seguro.
En promedio, las mediciones en la zona oscilan entre 0,9 microsieverts por hora a una cierta distancia de la planta a 2,5 microsieverts cerca de ella.
En aquellos lugares donde se registra un nivel alto, unos 214,2 microsieverts por hora, es peligroso quedarse aunque sea por tan sólo pocos minutos.
El dosímetro registra esa medida cuando se analizan equipos radioactivos usados tras la crisis de 1986 en una área cercana a la ciudad de Pripyat.
Entre los residuos almacenados en una zona ubicada fuera de Pripyat, está la mayor parte de los vehículos y otros equipos pesados que se utilizaron en los días posteriores a la explosión del reactor número cuatro.
La imagen de arriba muestra el camión soviético Zil, enredado con otra chatarra metálica.
Pripyat es en sí misma una ciudad fantasma.
Inaugurada en 1970 como un núcleo urbano soviético moderno para los trabajadores de la industria nuclear, se convirtió en el hogar de unas 50.000 personas.
La piscina Azure quedaba cerca de la escuela primaria número tres.
Treinta y seis horas después de la catástrofe, los residentes fueron desalojados de la ciudad en una operación de largo alcance.
El techo del reactor número cuatro de Chernobyl saltó por los aires a la 01:24 el 26 de abril.
Pripyat está a solo 4 kilómetros de distancia.
Pripyat se mantiene intacta, tal como estaba el 27 de abril de 1986.
El consultorio del doctor, con los tubos y los frascos de vidrio llenos de vacunas y medicinas, está desierto en el Centro Médico número 26.
En el jardín de infancia “El pequeño osito” de Pripyat el abandono es evidente: los pupitres y las sillas están amontonados uno encima del otro y los juguetes están llenos de polvo.
Antes de la apresurada evacuación de la ciudad, a los residentes no se les informó sobre el accidente nuclear que había ocurrido a poca distancia.
En total, 116.000 personas fueron sacadas del área que se declaró como una zona de exclusión.
Tirada en el piso de un apartamento en Pripyat se ve una pequeña imagen en blanco y negro de Vladimir Lenin.
Otro signo de un mundo que desapareció hace décadas.
Pripyat era una típica ciudad soviética, llena de bloques de concreto de apartamentos uniformes, con poca vegetación y vías mal construidas y llenas de baches.
Esta es la vista desde el piso 15 del edificio de apartamentos más alto de la ciudad.
Sin la presencia de pobladores, el bosque cercano ha invadido las calles y los espacios entre los apartamentos de forma lenta y constante.
Los únicos residentes ahora son animales salvajes, cuya población ha aumentado vertiginosamente.
Expertos hablan del retorno de especies que se creían extinguidas de la zona.
No muy lejos de Chernobyl hay una pequeña ciudad de vacaciones, desierta, con decenas de casas de veraneo.
Dos personajes icónicos de los dibujos animados para niños de la era soviética Nu Pogodi! todavía están pintados en la pared de madera de una de las viviendas.
Una instalación militar fue construida a varios kilómetros de la planta en gran parte para proteger chernobyl.
Sobre el campo militar se eleva una antena radar Duga-3.
Fue apagada tres años después del desastre nuclear.
Recoger cualquier objeto dejado en la zona de exclusión está estrictamente prohibido, especialmente las máscaras usadas después del desastre por los trabajadores a quienes se les llamó “liquidadores”.
Se estima que unas 600.000 personas participaron como “liquidadores” para ayudar a apagar el incendio y limpiar el área.
Un reporte de la Organización Mundial de la Salud de 2005 calculó que 4.000 personas morirían por la exposición a la radiación.
Los guías en la zona de exclusión prefieren no hablar sobre los efectos en la salud de los locales, pero el gobierno de Ucrania estima que sólo 5% de los “liquidadores” que todavía viven está en buenas condiciones de salud.
Hoy en día, a los trabajadores de la planta nuclear no se les permite poner nada en el piso.
Todas las personas son chequeadas regularmente para medir la radiación en estaciones especiales de dosímetros.
El sarcófago de concreto y acero que todavía está sobre el reactor número cuatro está ahora en un estado precario y un equipo internacional busca reemplazarlo en 2017.
Una vez el arco gigante de más de US$2.000 millones sea sustraído, empezará el trabajo de desmantelar y eliminar el desperdicio en su interior.
Todas las imágenes fueron tomadas por Jerzy Wierzbicki.
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