Qué, quién, cuándo, dónde, por qué y cómo. Son preguntas infalibles para diseccionar una noticia: máximas del periodismo que están ahí desde los orígenes de la profesión y que tal vez sean lo único que quede en pie dentro de poco.
Las noticias están atravesando una temporada de cambios vertiginosos, empujadas por innovaciones tecnológicas. Cambian las forma de producirlas, con usuarios que generan su propio contenido, robots que escriben notas y recursos que van de la visualización de datos a la realidad aumentada o el newsgaming. Y cambia también -todo el tiempo- la forma en que consumimos las noticias.
Buenos Aires es un buen lugar para participar de ese tsunami. La ciudad tiene la comunidad más grande del mundo de Hacks/Hackers. Con 9 mil miembros, se trata de una organización que se dedica a repensar el periodismo y que hace dos semanas organizó la Media Party, un encuentro del que participaron 2500 personas, en más de 60 talleres y presentaciones de oradores.
El tema está en ebullición también en otros espacios, como Mediamorfosis, una conferencia sobre transmedia que se reunió la semana pasada, o en el centro de investigación sobre medios y sociedad (MESO), una usina de debate y conocimiento que funciona bajo el paraguas de las universidades de San Andrés y Northwestern.
En todos esos lugares las noticias son un objeto de estudio fascinante y en plena transformación. “Antes accedíamos a contenido noticioso en momentos determinados: el diario temprano a la mañana, la radio en el auto, la televisión a la noche. Ahora combinamos cada vez más esos consumos con el acceso a noticias a través de redes sociales, que chequeamos varias veces a lo largo del día. El consumo de noticias dejó de estar delimitado por el tiempo y el espacio”, dice Eugenia Mitchelstein, directora de la carrera de Comunicación de San Andrés y codirectora de MESO.
Sonya Song es investigadora de Chartbeat, una empresa que ofrece datos y análisis sobre cómo consumimos noticias, gracias al monitoreo de 50 mil sitios periodísticos en 60 países. “Podemos saber si alguien entra a un sitio y no cliquea nada, como pasa con las personas que ingresan varias veces por día al New York Times para ver los títulos, y también entender cuándo alguien se queda largo rato leyendo una nota entera. Sabemos exactamente hasta dónde hace scroll cada lector”, apunta Song en una pausa de la Media Party.
La base de Chartbeat registra que el tiempo promedio que dedicamos a leer una nota en América latina es de 35 segundos. “Los accesos desde Google son parejos todo el día, en cambio los sitios de noticias y Facebook tienen picos a la noche, entre que salimos del trabajo y nos vamos a dormir”, agrega.
Los distintos espacios donde leemos noticias marcan el ciclo de nuestra atención y nuestro estado de ánimo. Song estudió el flujo de intereses relacionados con el Brexit y encontró que en el día del referéndum hubo primero un pico de interés en los medios. “Es el momento de la información dura, al comienzo. Pero un poco más tarde empiezan a crecer las visitas a Google, con usuarios preocupados por las implicancias personales de la noticia para ellos: ¿qué va a pasar si Gran Bretaña deja la Unión Europea? O ¿cuáles son la consecuencias económicas del Brexit? Y finalmente, la vedette son las redes sociales. Miles de usuarios que expresan sentimientos: bronca, arrepentimiento, tristeza. Es el momento de las emociones”, dice Song.
Identificar los contenidos
Las noticias que elegimos generalmente no son las mismas que prefieren los editores. En su libro La brecha de las noticias, Mitchelstein y Pablo Boczkowski, profesor e investigador de la Universidad de Northwestern y codirector de MESO, probaron que existe una gran distancia entre los contenidos que privilegian las tapas de los diarios y sus páginas de inicio, y aquellos que terminan siendo más leídos. “Esto pasa por varios motivos”, dice Boczkowski. “Por un lado, los editores privilegian los temas públicos, como política y economía, tanto por su deber ser profesional como por el cuidado de la marca del medio. Por otro lado, los consumidores tienden a elegir noticias sobre asuntos no públicos, como deportes, espectáculos o el clima, que demandan menos esfuerzo intelectual, les dan más recompensas afectivas y les otorgan información para charlar con sus conocidos acerca de temas no controversiales”.
El tipo de noticias que elegimos leer también está gobernado por nuestras opiniones políticas. “La gente tiende a ignorar las noticias que no le gustan”, dice Song. “Hicimos un análisis sobre la cantidad de asistentes a la ceremonia de asunción de Donald Trump y vimos que los votantes de Trump simplemente no leían las notas que mostraban la plaza vacía. Del mismo modo, los usuarios tienden a evitar las noticias negativas. En Facebook, los fines de semana aumenta el uso de la función ocultar posteo”, agrega.
Las redes y buscadores parecen el canal masivo por el cual llegamos a los medios periodísticos. Pero también hay usuarios que acceden directamente a las noticias, que salen a buscarlas, e incluso las comentan. Greg Barber, director de producto del Washington Post -también invitado por la Media Party- contó que los lectores que usan la sección de comentarios son los que tienen más chance de convertirse en suscriptores de un medio. Quienes leen comentarios pasan el doble de tiempo leyendo el diario que los demás. Y quienes no sólo leen sino que escriben comentarios, cuatriplican la dedicación respecto de los lectores no participativos.
Barber advirtió que el éxito comercial de un medio periodístico hoy depende mucho de esos usuarios, pero que para multiplicarlos hace falta mejorar el servicio y prestarles atención, algo que muchas veces los directivos y periodistas no hacen debido al alto nivel de conflictividad que aparece en esos espacios.
De esas ideas surgió una iniciativa que busca cambiar la forma en que los usuarios opinamos en los medios. Se llama Coral Project y reúne al Washington Post, el New York Times y la Fundación Mozilla.
Dan Zajdband es un programador argentino -ganador de la beca Knight Mozilla- que participó en el desarrollo del proyecto. “El líder del Coral Project, Andrew Losowsky, hizo una analogía excelente para plantear el problema de los comentarios”, dice Zajdband. “Supongamos que queremos reunir alimentos no perecederos para donaciones: agarramos una caja, la dejamos en un callejón y volvemos a la semana. Es probable que al regresar tenga solamente basura. Ahora dejemos la caja frente a un supermercado, rodeada de ejemplos de alimentos que se podrían donar, así cuando alguien entra al súper ya está pensando qué puede comprar para ayudarnos. Nos quedamos cerca de la caja y cuando alguien hace una donación le agradecemos. Es probable que las donaciones mejoren en calidad y cantidad. Lo mismo pasa con los comentarios. Hoy estamos tirando una caja al fondo de los artículos, y volviendo más tarde con la expectativa de no encontrar basura”, señala.
El Coral Project tiene dos patas para contrarrestar esto. Por un lado, se publicaron guías para mejorar la experiencia de los comentarios. Por otro, se desarrollaron herramientas de software. Todo está disponible en coralproject.net y puede ser incorporado por los medios que lo requieran. Los lectores merecemos poder comentar en un ambiente civilizado. Ni hablar si llegamos al final de notas como ésta, superando los 35 segundos promedio de atención que reciben las de al lado.ß
sonia@sociopublico.com
Source Article from http://www.lanacion.com.ar/2067778-medios-digitales-como-cambio-nuestro-consumo-de-noticias
Comments