Noticias del subsuelo – Télam

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Cuando Juan Domingo Perón asumió como secretario de Trabajo y Previsión se entregó a generar un vínculo con la vieja guardia sindical. En ese entonces había cuatro centrales sindicales: La FORA (Federacón Obrera Regional Argentina) de tendencia anarquista, La USA (Unión Sindical Argentina), sindicalista, y además la CGT (Confederación General del Trabajo) dividida en dos facciones manejadas por los comunistas y los socialistas respectivamente. Pero el alcance de estas organizaciones era limitado. Solo el 20% de la clase obrera estaba sindicalizado. Una encuesta de 1937 reportó que en la Capital Federal el 60% de las familias obreras vivían hacinados en una sola habitación cada una.


Durante este período una serie de conquistas laborales largamente procuradas habían logrado materializarse gracias al apoyo y el impulso que desde el Estado el Coronel Perón estaba protagonizando. Esto llenó de estupor a los dirigentes sindicales: “Los dirigentes sindicales descubren que el logro de sus demandas largamente postergadas no tiene por qué esperar el advenimiento de un orden democrático. Visto desde los supuestos que hasta entonces habían animado la acción sindical, el descubrimiento no podía ser más embarazoso” Estas posturas explican el dificultoso acercamiento inicial de los líderes sindicales a Perón.


Sin embargo, las organizaciones patronales se pusieron en alerta. El 16 de junio de 1945 trecientas asociaciones de la Cámara de Comercio y la Unión Industrial dieron a conocer el “Manifiesto de las fuerzas vivas” en protesta por la política social oficial. Entre otros cuestionamientos al gobierno, lo que más les molestó fue “la agitación subversiva” en las empresas. Los empresarios pasaron abiertamente a la oposición y los dirigentes sindicales que intentaban con esmero transitar una posición intermedia y a la expectativa de no quedar del lado del bando perdedor, jugaron un oportunismo cada vez más insostenible. Una polarización creciente coloreó la política de ese entonces.


Las movilizaciones opositoras pidieron “Todo el poder a la Corte Suprema de Justicia” y la renuncia de Perón.


El presiente Farrell estaba dispuesto a entregar al Coronel pero no quería que las FFAA se retiren del gobierno en forma humillante.

Perón, viéndose debilitado, antes que obligar a los sindicalistas a tomar partido recurriendo a la amenaza, prefirió prudentemente fortalecer los para entonces frágiles lazos que lo unían a sus aliados sindicales redoblando las concesiones desde la Secretaría de Trabajo; la más importante de ellas fue la promulgación de un nuevo estatuto sindical, que incorporó numerosas exigencias de los dirigentes obreros. Aprovechó cuanta oportunidad se le ofrecía para contraatacar y, por la radio oficial, ante las delegaciones obreras que concurrían a la Secretaría de Trabajo, se embarcó en una frenética campaña oratoria y, utilizando una retórica novedosa, proclamó el “fin de la dominación burguesa”, el inevitable advenimiento de la era de las masas y denunció, el “complot reaccionario”. El brillo de la actuación no alcanzó a disimular, sin embargo, que el suyo era, más que nunca, un combate solitario.


El 9 de octubre, finalmente las FFAA le soltaron la mano y debió dimitir. A partir de ese momento una serie de sucesos extraordinarios y muy significativos se sucedieron. Muchos dirigentes sindicales que comúnmente no se relacionaban entre sí decidieron juntarse ese fin de semana para discutir la situación y los pasos a seguir. Algunos se mostraron resignados, otros propusieron resistir y una mayoría dudó. Acordaron visitar a Perón en su residencia para expresarle su solidaridad y es allí donde deciden hacer un acto de despedida para que el Coronel les dedique una palabras. Solo 5 horas después cerca de 70.000 personas asistieron a ese acto. Y la nota más insólita es que se le permitió dirigir su mensaje por la Cadena Nacional de Radio.


El día 13 de octubre se supo que Perón fue detenido en la Isla Martín García, y para los trabajadores en las fábricas esa fue la señal inequívoca de que lo que se venía era una contraofensiva patronal. La efervescencia vino desde abajo y las dudas de la dirigencia ocasionaron que las bases y dirigentes intermedios los sobrepasaran ampliamente. Por primera vez se declaró una huelga general sin respetar los procedimientos habituales, a pura presión, para el 18 de octubre. Pero desde la mañana del 17 muchas fábricas comenzaron a ser paralizadas por sus trabajadores, no en forma espontánea, sino por medio de sus organizaciones de base y deciden el inusual camino de la movilización a Plaza de Mayo.


“Queremos a Perón” fue la consigna de todo el día, en su doble acepción de querer por filiación política y el querer de: liberenló y que venga a esta plaza. Recién a la medianoche se definió la jornada y Perón le habló a la multitud llamándolos “Trabajadores”.


Como todo liderazgo, como toda relación carismática, el peronismo nació desde una construcción social, Perón se convirtió en la vía elegida por los trabajadores argentinos para canalizar sus demandas y defender sus conquistas. Pero el movimiento trascendió largamente al líder. Perón fue el conductor por 29 años de los 70 que lleva de existencia. Una construcción social que se vuelve a refundar y revalidar cuando los sectores populares se expresan. 

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