Nos encontramos a unos días del séptimo aniversario del Golpe de Estado Militar del 28 de junio de 2009, muchas cosas sucedieron a lo largo de estos años, pero nada cambio. La gran noticia política es que los golpistas siguen ostentando el poder con el pleno respaldo del gobierno gringo más descarado en su agresión contra Latinoamérica en las últimas décadas. Por si no fuera ya bastante trágico el panorama, se perfila la golpista mayor para dirigir la Casa Blanca, es decir mas dosis letales de golpismo para este pequeño y sufrido país.
La clase dominante local ha apostado todos sus recursos a la amnesia colectiva, por lo que la herida del golpe, sigue el curso que seguiría en un diabético, se descompone cada vez con mayor rapidez, pero el cerebro de esta sociedad no envía mensajes a su agonizante sistema para que envíe los anticuerpos necesarios para frenar la gangrena.
Después del ensayo de “Primavera Árabe” en Guatemala, surgió en el seno de la clase media hondureña una especie de mito, la indignación, que se cargó de muchas frustraciones y desesperanza a medida que todo el movimiento era manipulado por el Comando sur y el Departamento de Estado, incluyendo su Ministerio de Colonias, la OEA. De algún modo las noticias en el país dejaron de perder importancia por su relevancia, y se erigieron en una fuente inagotable de shocks mediáticos que no dejan de asombrar y tomar desprevenida a la sociedad.
En un escenario como este no resulto difícil que la mayoría perdiera su fe en sus propias fuerzas, al tiempo que comenzó a especular a diario sobre eventos extraterritoriales (como la poco creíble extradición de Juan Orlando Hernandez por obra y gracia de los Estados Unidos), o la desesperada invocación a la intervención de las Fuerzas Armadas, bajo la ingenua creencia de que estas son independientes, soberanas o patrióticas. En siete años, la oligarquía golpista ha dirigido su arsenal a destruir la moral popular y al desgaste de una masa amorfa que aquí se conoce como oposición.
La trampa que todos reclaman preparada para las elecciones de 2017, está realmente montada desde 2009. A partir del fraude que arrebato la presidencia a Xiomara Castro y el Partido LIBRE, en 2013, se creó en el imaginario de la clase media la idea de un cuerpo opuesto a lo que estaba haciendo la oligarquía a través de Juan Orlando Hernandez. La verdad, la oposición nunca existió, aunque si cabe reconocer la buena fe de actores fundamentales en los partidos que la componen.
La cúpula de la facción golpista del Partido Liberal de Honduras, manipulada a voluntad por los Estados Unidos, a través de su hombre en Tegucigalpa, el ex presidente Carlos Roberto Flores Facusse, ha jugado una doble carta, llena de chantajes, sobornos, coimas y propaganda. Primero, entrego el control del régimen al gobernante Partido Nacional ed Honduras (ultra derecha y ultra corrupto), incluidos el control del Congreso Nacional y las Corte Suprema de Justicia, y; segundo, planto a su descolorido presidente de partido, Mauricio Villeda para hacer el papel de cándido hombre de leyes, opuesto al mismo régimen.
Mientras tanto una máquina de desinformación trabaja incansablemente en cargar de emociones avasalladoras a la opinión pública, al extremo de que esta se muestra cada vez más inerte ante las “denuncias” de corrupción, narcotráfico y penetración del crimen organizado en las campañas políticas, el gobierno y el aparato judicial. En un país donde apenas el 2% de los casos investigados son judicializados, difícilmente se puede creer en la legalidad o centrar esperanzas en que la misma servirá el ciego propósito de Temis.
La idea de una oposición dividida aporta al menos dos falacias que se implantan en los cerebros de las multitudes dominadas masivamente desde varios puntos hegemónicos: a) La invencibilidad del jefe del régimen, como villano cuyos poderes exceden la capacidad de la sociedad para quitárselo de encima por sus propios medios, y; b) La culpa de la inviabilidad de una oposición robusta y unida es de Jose Manuel Zelaya y el Partido LIBRE. Estas dos cosas son el caballo de batalla diario de toda la derecha local, y ha causado gran impacto sobre una clase media que aún vive el macartismo de los años cincuenta del siglo veinte.
Si la oposición en las cúpulas ha sido una ficción, en otros niveles ha ido siguiendo un camino opuesto. La alianza de diversos sectores desde las bases avanza, aunque enfrentada al boicot permanente de las cúpulas bipartidistas que engaña, utiliza tácticas dilatorias, mientras lucha a diario por inmovilizar a la clase media, que es a la que no puede incorporar tan fácilmente al esquema del clientelismo político sostenido con jugosos fondos del estado.
El Partido LIBRE, sigue siendo la única fuerza con las condiciones para estructurar una lucha ganadora contra el régimen, pero también es víctima de disensos que no siempre tienen una fundamentación siquiera lógica. Irónicamente, las contradicciones internas, carentes de sostén teórico-práctico alguno (difícilmente se trata de ambición de poder, pues muchos más bien parecen renunciar a él), son más inmovilizadoras que los ataques del enemigo. De hecho, las disputas y los ataques internos, abiertos o no, contra la figura de Manuel Zelaya, han desplazado por completo la discusión con el enemigo evidente.
El Partido Anti Corrupción es más una aspiración que una entidad; no tiene opciones objetivas de convertirse en estructura, a menos que el Partido de Gobierno ponga sus esfuerzos en potenciarlo. A pesar de la gran faena de algunos de sus diputados en el Congreso Nacional, todo su accionar gira alrededor de las extravagancias de su líder/propietario, un presentador de televisión, con mucha cultura general, con algún antecedente de juventud en el Chile de Pinochet, y quemas de ha mostrado más inclinación a condescender con Juan Orlando Hernandez que lo que admite en los medios de comunicación. Claro está, este partido no puede aportar nada a ninguna alianza.
El éxito de la estrategia yanqui hasta ahora en este país, ha radicado en su capacidad de poner en el centro de fuego a Jose Manuel Zelaya y al Partido LIBRE. Esto es acompañado con una feroz (y falsa) campaña anti venezolana, y la creación de un ambiente frustrante por las consecutivas “derrotas” de la izquierda en el continente. Gracias a esto, pasa desapercibido el desastroso gobierno del bipartidismo Juan Orlandista (sin lugar a dudas el peor en un siglo), y se avanza hacia el continuismo del modelo neoliberal que saquea el país.
La clase media, en una buena porción, ha renunciado a la creación de ideas, y refleja fielmente las opiniones que le imponen desde el cerco mediático; ahora resulta que el continuismo de Juan Orlando Hernandez es culpa de Mel Zelaya. Es difícil imaginar cómo hacen que profesionales universitarios, por ejemplo, lleguen a esta conclusión.
Sin lugar a dudas, la labor de sabotaje al interior del Partido LIBRE está más activa que nunca, sin argumentos, pero con muchas repeticiones. Los académicos (no todos, por supuesto) reclaman “ilegalidad”, donde la justicia hace las veces del perro de carga de la clase dominante para reprimir a las mayorías y el Estado (su idea liberal de la institucionalidad) se encuentra secuestrado por los mismos que rigen. Es como si vivieran dentro de una caja construida por su enemigo y no concibieran la posibilidad de destruirla para vivir mejor como única salida.
La noticia política en Honduras es que para recuperar una vía democrática para el país se debe luchar con toda la audacia, toda la astucia, y sobre todo, tener claro el horizonte: para prevalecer como país y como pueblo debemos destruir lo que hoy nos oprime.
Source Article from http://www.telesurtv.net/bloggers/Noticias-politicas-en-Honduras-20160619-0003.html
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