Sandra Xinico Batz
El 31 de octubre la edición central del noticiero de Telesur (canal internacional) reportó la desaparición (en días recientes) de 30 mujeres menores de edad del “Hogar Seguro Virgen de la Asunción”, institución que pertenece a la Secretaría de Bienestar Social de Guatemala. Relacionan esta situación con la trata de personas y la posibilidad de que las menores se hayan escapado y caído en manos de explotadores sexuales.
El 3 de noviembre se vuelve a escuchar esta noticia, esta vez se trata de un reportaje de La Hora, donde se detalla en dos páginas, reportajes anteriores relacionados a desapariciones y malos tratos a las y los menores en este mismo centro. Parece un cuento de terror. Experiencias traumáticas que van desde violaciones hasta torturas (no hay otra forma de llamar a estos malos tratos). Prácticas militares y hacinamiento son la cotidianidad de los cientos de niñas y niños que al ser “rescatados” de sus hogares y de los círculos de violencia a los que estaban sometidos, terminan en un lugar como este con la esperanza de un nuevo comienzo para sus jóvenes vidas, pero esto únicamente es la continuidad de una pesadilla.
Los reportajes anteriores, narrados el 3 de noviembre por La Hora muestran que son cientos los niños y niñas que se han “fugado” en los últimos años de esta institución. Uno de los artículos citados se titula: “MP investiga denuncias por homicidio y maltrato en un “hogar seguro”, se desconoce hasta ahora el final de estos casos.
¿Hogar seguro?
Da hasta escalofríos leer el nombre de esta institución. Parece un chiste de muy mal gusto. Un colmo como comúnmente nombramos a esas contradicciones absurdas. Un “hogar” que no tiene nada de hogar ni de seguro y más parece un infierno, una correccional donde el delito de las niñas y los niños ha sido tener una familia “disfuncional” o ausente y este centro se convierte en su única “opción” entre tener una casa (un techo) o vivir en la calle ¿cuál es la diferencia?.
¿Y el Estado?
Un hogar sustituto debería ser una institución capaz de recomponer y sanar el ser social y psicológico de un menor que llega a estos lugares para resguardar sus vidas y reconstruir su confianza luego de que sus familias se convirtieran en un riesgo para sus propias vidas o para afrontar lo orfandad. No puedo imaginar el dolor y el desmoronamiento del pequeño mundo que un niño o niña afronta en estos casos. Es indignante, duele y da rabia tan sólo imaginar que todo esto no acaba al ser “rescatados” y que posiblemente su desgracia en lugar de desaparecer aumente.
¿Y los medios de comunicación?
Estos dos medios, aquí citados, han sido los únicos en hablar al respecto. Existe un silencio terrorífico que invisibiliza esta situación. Las corporaciones de noticias no están interesadas en informar sobre la desaparición de estas 30 niñas ¿si al Estado no le importa por qué tendría que importarles una noticia que no les genera ganancias?
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