A medida que se aproxima el fin de año, se tornan más sombrías las expectativas de la economía brasileña. Un nuevo boletín del Banco Central, publicado ayer, concluyó que la caída del producto bruto interno será en 2015 de 2,26% y para 2016 prevé también una disminución, aunque de 0,4%. De verificarse este pronóstico sería la primera vez desde la crisis de 1930 que el país sufre una recesión tan prolongada.
Nada de esto, sin embargo, conmueve a los formuladores de la política económica; por empezar, al propio ministro de Hacienda Joaquim Levy. Aun cuando las cifras sean calamitosas e involucren pérdidas de fuentes laborales, no hay ningún indicio de que una de las causas principales vaya a ser corregida. Se trata de los elevadísimos intereses que castigan a los productores y remuneran en forma voluminosa a los dueños de los títulos públicos, tanto extranjeros como locales. Así, tal como anticipan los analistas financieros, el equipo económico del doctor Levy mantendrá la tasa de referencia (Selic) en 14,25%.
“Se trata de un tratamiento generoso que el gobierno da al sistema financiero, que le proporciona una elevada rentabilidad para sus títulos cuando del otro lado exige esfuerzo, provoca recesión, produce quiebras y desemboca en desempleo para el resto de la sociedad”, sostuvo Paulo Kliass, doctor en economía por la Universidad de París X.
Ayer, precisamente, el ministro Levy demandó medidas para “cubrir los gastos en el corto plazo” que proceden, en esencia, de los voluminosos pagos de la deuda. Para el funcionario, cuya fortaleza se asienta en la debilidad política de su jefa, la presidenta Dilma Rousseff, es preciso construir las próximas semanas “un puente para la travesía” hacia la mejora de las cuentas públicas. “Precisamos de un puente seguro, de estabilidad fiscal, con ingresos que nos permitan cubrir los gastos en el corto plazo”.
En la visión de este colaborador de Rousseff, doctorado en la Universidad de Chicago, esa es la forma de comulgar con los objetivos finales del gobierno que son los de “consolidar los avances que la sociedad tuvo los últimos años”. Con estas políticas, afirmó, “Brasil entrará en la ruta de crecimiento” y así “generará el empleo para la juventud”.
Desde un ángulo bien distinto Mansueto de Almeida, investigador del Instituto de Pesquisas Económicas Aplicadas –organismo que depende del gobierno federal— mostraba ayer que el gobierno precisará aumentar en forma significativa la carga impositiva si pretende, como desea el ministro Levy, contar con un superávit primario que le garantice el pago de los servicios de la deuda.
El especialista sostuvo que en 2015 el ajuste fue realizado sobre la base de cortar las inversiones públicas; pero estimó que no será posible continuar con esos cortes. “No hay chances de que en 2016 el gobierno recorte más las inversiones”. Señaló que “todo el mundo está a favor del ajuste, desde que sea pago por otro”. Y subrayó que si el próximo año se intentara controlar el gasto del Estado sólo se podrá hacer si se tocan las áreas sociales como salud, previsión social y educación.
Menos radical que Levy en cuanto al tamaño y forma del ajuste, el ministro de Planificación Nelson Barbosa buscó, en conferencia de prensa, demostrar por dónde vendría la salida para un crecimiento.
A diferencia de las consultoras, el funcionario aseguró que el año próximo “habrá una pequeña recuperación” del producto bruto interno. Y garantizó aun más: “Esto ganará fuerza a partir de 2017”. Con un enfoque más optimista que el de sus colegas, Barbosa supuso que ese impulso a la economía vendrá del sector externo: “Ya hay un movimiento ascendente que es empujado por el aumento de las exportaciones”, habida cuenta que hubo una sensible devaluación del real. Por desgracia para el funcionario, “la demanda interna contribuye para la caída del PBI”, de modo que el “esfuerzo” procedente de la depreciación de la moneda queda prácticamente anulado.
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