Desde que se anunció el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos a finales del año pasado, muchos han dejado volar su imaginación acerca de lo que ocurrirá cuando la isla restablezca vínculos comerciales plenos con su vecino al norte.
Algunos anticipan tiendas de Apple en La Habana y autos Ford nuevos en las calles del país para reemplazar a los vetustos ejemplares de los años 50 que aún ruedan, por efectos del embargo.
Pero también otra idea ronda en la cabeza de algunos observadores de la economía cubana: la posibilidad de un aumento en su actividad minera y petrolera cuando finalmente las empresas estadounidenses puedan entrar al terreno que les ha sido vedado desde que inició la Revolución.
Hoy las normas del embargo de EE.UU. a Cuba hacen que sea ilegal para empresas estadounidenses invertir en proyectos mineros o petroleros en la isla.
Esto podría cambiar en los próximos años, si, como muchos esperan, el embargo se va desmontando gradualmente.
Cuba es hoy uno de los diez principales productores mundiales de níquel y cobalto y el gobierno busca nuevos recursos en los sectores minero y petrolero, para aumentar la capacidad exportadora del país.
Los comentarios sobre el potencial de Cuba en estas actividades se acrecentaron cuando a comienzos de mes se hizo público un informe del Servicio Geológico del gobierno de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), con una descripción de las condiciones y recursos mineros y petroleros de Cuba.
Pero, como ocurre con tantas otras iniciativas mencionadas desde que Washington y La Habana anunciaron la descongelación de sus relaciones, hay poco en concreto y muchas dificultades por superar antes de que Cuba se convierta en una potencia minero-energética como resultado de nueva inversión estadounidense.
Tras US$8.000 millones
Como lo señala el informe del USGS, en noviembre pasado el Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera del gobierno cubano anunció que estaba buscando US$8.000 millones en inversión extranjera para 246 proyectos de desarrollo.
“El sector de petróleo ofreció el mayor número de potenciales oportunidades de inversión, seguido por la manufactura y la minería”, indica el documento de USGS.
Y en diciembre se conoció la decisión de Barack Obama y Raúl Castro de buscar enmendar relaciones económicas después de más de cinco décadas de embargo.
Algunos indicaron la posibilidad, o al menos la esperanza, de que las nuevas relaciones políticas llevaran a más inversión al área de minería y petróleo en Cuba.
Entre ellos estaba David Pathe, presidente de la empresa minera canadiense Sherritt, el mayor inversionista extranjero en Cuba.
Pathe, cuya empresa opera desde hace décadas un complejo de níquel en Cuba, decía en una entrevista a la agencia Bloomberg en enero de este año que “podría haber más interés de compañías internacionales”.
Pero el mismo señalaba que esto tomaría tiempo.
Una posición que comparte Arch Ritter, profesor de economía en la universidad de Carleton en Canadá y experto en la economía cubana.
“No estoy tan seguro de qué tan buenas sean las oportunidades mineras en territorio cubano”, señala a BBC Mundo.
Recuerda que en 1994, cuando Cuba expandió su apertura a la inversión canadiense, muchas empresas de ese país emprendieron exploraciones mineras significativas sin que se hubiesen encontrado volúmenes significativos.
“Dudo que haya nuevos hallazgos en cobre o en oro”, apunta.
Los canadienses mandan
Ritter tampoco espera mucho de las exploraciones petroleras submarinas, en las que Cuba había empezado a poner más esperanza en años recientes debido a las actividades de búsqueda de crudo de la firma española Repsol en las aguas del estrecho de la Florida.
Lea: Repsol se va de Cuba tras fracasar búsqueda de petróleo
“Muchos de estos proyectos eran comercialmente inviables incluso cuando el petróleo estaba caro”, agrega.
Por lo que en esta época de precios deprimidos duda que ocurran grandes cambios en el sector petrolero en el corto plazo.
Lea: El proyecto petrolero de Cuba que le quita el sueño a EE.UU.
Tampoco ve que la industria estadounidense pudiese traer grandes novedades tecnológicas a la minería en Cuba.
“Las empresas canadienses, que dominan la exploración minera, ya están allá”, advierte Ritter.
Algo que podría cambiar, sin embargo, es la situación misma de las mineras canadienses en Cuba, que actualmente sufren las consecuencias de la Ley Helms-Burton, que regula el embargo estadounidense a la isla.
Como consecuencia de sus inversiones en Cuba, la firma canadiense Sherritt enfrenta algunas restricciones a su capacidad de hacer negocios con empresas estadounidenses.
Incluso su presidente, David Pathe, enfrenta una prohibición para ingresar a Estados Unidos, según señala la agencia Bloomberg.
De modo que, en ese sentido, las mineras canadienses podrían ser grandes beneficiadas del restablecimiento de las relaciones entre La Habana y Washington si eventualmente el Congreso estadounidense levanta las restricciones que pesan por el embargo.
Restricciones
En cualquier caso, el anuncio del gobierno cubano de noviembre pasado aclara que, incluso si el interés de las empresas mineras extranjeras se materializa, ocurrirá en los términos que quiere el gobierno cubano, con sustancial control estatal.
“El gobierno cubano específicamente manifestó que Cuba seguirá siendo una economía impulsada por el estado dominada por grandes ¨holdings” gubernamentales y que la mayoría de las iniciativas extranjeras retendrán una propiedad mayoritaria cubana”, advierte el informe de las autoridades estadounidenses.
Muchas cosas pueden estar a punto de cambiar drásticamente con el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba.
Pero la industria minera y petrolera de la isla no parece ser una de ellas en el corto plazo.
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