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En el Teatro Colón se hace todo lo posible por no transmitir malas noticias. Cuando fue desplazado de la dirección artística tras meses de una interna feroz, Darío Lopérfido dijo que se iba porque había recibido una “irresistible oferta profesional” en Berlín (la oferta le fue ofrecida por el mismo gobierno que se lo quiso sacar de encima); por su lado, el jefe de gobierno Rodríguez Larreta declaró: “Darío se va para encarar nuevos desafíos profesionales en el exterior. Valoramos mucho el trabajo que hizo en el Colón”.

Debo decir que para mí esa fue una mala noticia. Lopérfido era un funcionario no muy oportuno en sus declaraciones (digo “no muy oportuno”, no falaz ni deshonesto; su lapidación como “negacionista” me parece malintencionada o, en todo caso, insensata), pero sin duda significaba una profundización de la apertura y el perfil vanguardista que el Colón vino ganando de un tiempo a esta parte. Lo reemplazó el titular de la Filarmónica, Arturo Diemecke, un conservador con aires populistas. Cuando Diemecke asumió la dirección del Teatro dijo en una entrevista para el diario La Nación: “Creo que la parte de ópera estuvo un poquito orientada al teatro y al cine. Hay cosas rescatables, pero desde un punto de vista operático, lo que tiene que reinar es la música. La música es lo que nos tiene a todos juntos en el teatro. Hay que partir de esa base. Una casa de ópera es un conjunto, no una sola persona”. ¿Estaría pensando en la cineasta Sofía Coppola, que iba a venir este año para la régie de La traviata? Como sea, una ópera orientada al teatro y al cine probablemente en el lenguaje de Diemecke quiera decir experimentación contemporánea.

El miércoles se anunciaron los cambios en la temporada con una gacetilla titulada “El Teatro Colón incorpora nuevos títulos y sumará más funciones a lo largo de la Temporada 2017”. Se refiere al Ballet, que en efecto prácticamente duplicará las funciones originalmente programadas. A continuación se informa que la Traviata que iba a hacer Sofía Coppola se verá en la versión de Franco Zeffirelli, en una producción de la Opera de Roma con dirección musical de Evelino Pidò y régie de Stefano Trespidi, y que la esperada ópera del húngaro Peter Eötvos, Tres hermanas, que subiría en octubre, pasará a la temporada 2018; se aclara que esto último se resolvió de común acuerdo con el director de escena Rubén Szuchmacher.

Eran dos puntos muy atractivos de la temporada. No tengo la menor idea de cómo es Sofía Coppola como directora de ópera, pero en principio no puede negarse que significaba un buen golpe de marketing. La ópera hoy también vive de esas cosas, no sólo de grandes cantantes. Sofía Coppola tuvo una simpática actuación en la inolvidable saga de su padre, y su película Perdidos en Tokio (la única que vi de ella) tiene una buena dosis de humor y ambigüedad. Personalmente, me interesaba mucho más ver lo que ella haría con el clásico de Verdi que lo que hizo Zeffirelli. Pero bueno, no se pudo; y tal vez haya habido atendibles razones de presupuesto en todo esto.

Al bajar la ópera de Peter Eötvos, al parecer el Colón le ofreció a Szuchmacher encarar la régie de La traviata; con buen criterio, por otro lado. Szuchmacher, un experimentado director de teatro musical contemporáneo, el año pasado dejó en claro lo que puede hacer con el repertorio clásico: su puesta de Così fan tutte para el Argentino de La Plata fue una de las mejores producciones mozartianas que se hayan visto en mucho tiempo. Pero, también con buen criterio, Szuchmacher declinó la invitación. No es cuestión de tapar agujeros, y por otro lado tal vez lo de Eötvos efectivamente se concrete en 2018.

Ahora resta esperar y cruzar los dedos para que el “punto de vista operático” de Diemecke no signifique una lamentable regresión en el Colón.